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Por: José Félix Lafaurie Rivera*
@jflafaurie
Sería arbitrario en nuestra condición de víctimas, no desear una paz
justa y duradera. Lo que rechazamos es una paz precaria, sin verdad y
reparación a víctimas y sin juzgamiento a victimarios. Una paz con
olvido e impunidad absoluta. Por estas convicciones, reconocemos –así
como hemos criticado algunas posturas del gobierno– su decisión de
conminar a las FARC a revelar sus verdaderas intenciones en las
negociaciones, luego de sus salidas en falso sobre el secuestro de
miembros de la fuerza pública, “para no hacerle perder tiempo al
gobierno ni a los colombianos”. La guerrilla sentenció por propia mano
el proceso y podrían enfrentar un costo político sin precedentes, sólo
comparable con los fiascos del “canje humanitario” o los “cese de
hostilidades”.
Coincidimos en que las FARC no pueden ocultar delitos de lesa humanidad,
tras eufemismos de “prisioneros de guerra” o “retenidos en combates”.
El gobierno debe exigir una explicación sobre los secuestros a escasos
días de levantar su “alto al fuego". En especial, el de los 2
uniformados en el Valle, presumiblemente asesinados de acuerdo con
versiones en la región. Pero, además, que se retracten del comunicado en
el que afirman que continuarán con la práctica del secuestro. Y, por
supuesto, reclamar la liberación de los 400 civiles que niegan tener y
respuestas sobre los desaparecidos.
Pero si estas demandas son vitales para la suerte del proceso, no lo es
menos la urgencia de una postura más clara del gobierno, para que la
guerrilla renuncie de manera permanente al terrorismo y a secuestrar
civiles, policías y militares. Insisto: debió ser el punto de partida
para negociar. Es la forma de evitar que capitalicen esas brutales
acciones, como lo han hecho en el pasado, para llevarnos al denigrante
pulso por los “canjeables”. Un atajo para aumentar su poder de
negociación y conseguir el “cese bilateral al fuego” y un “Tratado de
regularización del conflicto”−léase: excarcelación de “farianos”
condenados por narcotráfico, asesinato, violaciones, terrorismo,
extorsión y secuestro. Pero, además, para imponer su reforma agraria
expropiatoria y tomar un respiro para rearmar sus exiguas fuerzas.
Las FARC vuelven a trasgredir el acuerdo. Vuelven a engañar al país con
viejas fórmulas, estas sí “truculentas”, para enredar las negociaciones.
Deberían recordar el fracaso del “secuestro político” –que
desarrollaron desde 1997 para exigir canjes humanitarios– y el efecto
bumerán, ante el repudio internacional y las masivas movilizaciones de
desprecio de los colombianos que, a la postre, las obligaron a las
liberaciones unilaterales. Una larga historia de errores tan costosos
como inútiles. Páginas dolorosas, pero también victoriosas para nuestro
Ejército, con sucesivas derrotas para la guerrilla, fugas y rescates de
secuestrados, con un saldo desastroso para sus filas. Auto-minaron su
terreno militar y político, quedaron aisladas con la Política de
Seguridad Democrática y recibieron la proscripción de los gobiernos
extranjeros que habían obrado como sus garantes.
Hoy repiten el esquema. Malo para ellos y malo para el país. Esta
sociedad hizo un alto en el camino para concederles una última
oportunidad. Las FARC deberían ser cuidadosas en la manera como
responden, para evitar un descalabro temprano en las negociaciones y el
retorno al despeñadero donde se encontraban. Deben entender que no
pueden convertir la búsqueda de la paz en una táctica de guerra, en una
farsa para legitimar lo indefensable y en una burla para la ciudadanía.
Desafortunadamente, la única lógica que pretenden imponer las FARC es la
del terror: su único lenguaje. Sin darse cuenta que la mayor
restricción al proceso la impone la opinión pública. El gobierno debe
exigir el regreso de los uniformados y de todos los secuestrados a sus
hogares. Mantener el proceso en La Habana sin hacer estas exigencias es
tanto como justificar el secuestro y el terrorismo. El país no está para
Tratados de humanización de la guerra, sino para acabar el conflicto.
Al menos fue el propósito del gobierno.
*Presidente Ejecutivo de FEDEGÁN
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