lunes, agosto 31, 2009

EL DEBATE EN UNASUR


27 de agosto de 2009
- Especial para Un Millón de Voces en Facebook -

Rafael Guarín

El próximo viernes se reunirá nuevamente la Unión de Naciones Suramericana para examinar el acuerdo de cooperación militar entre Estados Unidos y Colombia. Chávez llegará o saldrá cantando (mancillará un tango de Gardel), presentará un supuesto documento “secreto” que revelará los alcances del acuerdo militar y la gravedad de la amenaza, al tiempo que pretenderá que le creamos que infiltro el Pentágono, mientras es incapaz de desmantelar el cartel de los generales de su fuerza armada, dedicado al narcotráfico. Luego echara una perorata denunciando que todo es una maniobra del “imperio” para romper el falaz “proceso de unidad latinoamericana”, añadirá que Obama es igual o peor que Bush y que los argumentos de Uribe y los informes sobre el patrocinio de la revolución bolivariana al terrorismo de las Farc, son puro embeleco.

Será otro ejercicio de propaganda destinado a demostrar que el Caín de América es el gobierno colombiano. El auditorio tratará que Uribe repita hasta la saciedad lo que hasta la saciedad ya ha dicho: “que no son bases norteamericanas”, “que el acuerdo no busca atacar a ningún país” y que su propósito es “contra el narcotráfico y el terrorismo”. Nada nuevo, a menos que Uribe sorprenda desvirtuando las mentiras de Chávez respecto a los lanzacohetes venezolanos en manos de las Farc.

La sesión de Unasur debería tener un enfoque totalmente diferente. Partir de identificar la raíz de la crisis diplomática en la región, que no es la política de seguridad colombiana, tampoco el bombardeo en territorio ecuatoriano a un campamento madre de Raúl Reyes, menos la decisión del gobierno Uribe de negar cualquier legitimidad a las Farc y el estatus de beligerancia que han reclamado Chávez, Ortega y Correa para tales criminales de lesa humanidad. La raíz es el expansionismo chavista y el contubernio de su “revolución” con la narcoguerrilla.

Si se trata de garantizar la paz, la estabilidad y la seguridad de Suramérica, el debate debe abordarse en el marco de la defensa de la democracia, de los derechos humanos y del cumplimiento de las obligaciones que tienen los Estados, de acuerdo a la resolución 1373 de 2001 de la ONU y a la Convención Interamericana contra el Terrorismo. Pero como aquí no se trata de eso, sino de cómo utilizar Unasur para consolidar un proyecto de izquierda que busca no solo la hegemonía, sino la homogenización absoluta, el tema no aparecerá en ninguna agenda.

Ojalá los jefes de Estado se dieran cuenta que la cumbre de Argentina es definitiva para el futuro de esa incipiente organización. O construyen confianza para convertirla en un foro válido y legítimo donde se puedan resolver los problemas regionales o terminan reduciéndola a ser caja de resonancia de discursos sectarios y de proyectos totalitarios, como el socialismo del siglo XXI.

Si se deciden por la primera opción, que Uribe responda todos los interrogantes y dudas de los gobiernos vecinos, pero también que se haga una investigación seria sobre las relaciones de gobiernos de la región, comenzando por el de Chávez y Correa, con las Farc, lo que el flamante secretario de la OEA, José Miguel Insulza, evadió. Es indispensable que se acepte de una vez por todas que esa es una organización terrorista, a la cual los países deben responder apoyando las instituciones democráticas colombianas y no brindándoles armas, recursos económicos, cobertura política o santuarios en su territorio.

Finalmente, los presidentes deberían convenir en mecanismos orientados a garantizar el cumplimiento de las normas que obligan a los Estados a “adoptar medidas necesarias y fortalecer la cooperación” contra el terrorismo. La necesidad y no un capricho ideológico es la que obliga a Colombia a acudir a Estados Unidos; lo ideal hubiera sido un acuerdo militar con Venezuela y Ecuador para combatir a los grupos armados ilegales, similar al existente entre España y Francia que ha permitido los más duros golpes contra ETA.

Unasur debe evaluar todos los convenios de cooperación militar de los países de la región con otras potencias. Chávez señala que Rusia no es una amenaza. Y es cierto, en principio. Lo que no dice el teniente coronel es que las armas rusas refuerzan su proyecto totalitario que sí es una amenaza para la independencia y soberanía de Colombia. Al fin de cuentas, toda esta tormenta tiene un único origen: el afán de anexar a ese país a la revolución bolivariana.

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