sábado, diciembre 15, 2007

PASO HACIA LA PAZ

Publicado el sábado 15 de diciembre del 2007, El Nuevo Herald, Miami


RAFAEL GUARIN

El alcalde de Bogotá, Luis Eduardo Garzón, el más conocido líder de izquierda, afirmó al rechazar a las FARC que no se ''puede seguir legitimando ese verde oliva''. Esa actitud, junto a la de otros de sus competidores que desde la oposición aspiran suceder a Uribe, puede ser el camino hacia un acuerdo nacional que prive a las FARC de uno de sus instrumentos más ventajosos: el aprovechamiento de las contradicciones en el debate democrático.


En éste reside una de las claves que explican su existencia durante más de cuatro décadas. Mientras esa guerrilla tiene un plan estratégico de largo plazo para la toma del poder, al que circunscribe cada uno de sus movimientos tácticos, no ha existido una política de seguridad de Estado que trascienda gobiernos, partidos y liderazgos individuales, sino bandazos y bandazos.

La habilidad guerrillera para utilizar las contradicciones llegó a su cima en 1998 al lograr que el despeje militar de una zona en el sur del país fuera eje de la campaña presidencial y que los candidatos concursaran por ofrecer más a las FARC. El resultado fue el desastre de desmilitarizar 42,000 kilómetros cuadrados y someter a la población de cinco municipios a la dictadura del terrorismo. Al igual que en el gobierno Betancur (1982-1986) se empleó el diálogo como táctica para obtener espacio político, sin renunciar a la ejecución del plan estratégico.

Aunque la seguridad democrática ha golpeado duramente a las FARC, su sostenibilidad política no está garantizada. La personalización de la política, que ha sido su fortaleza, es ahora su principal debilidad y lejos de ser un factor de aglutinación divide a los partidos políticos. Las FARC lo saben, como también que agudizar las contradicciones entre gobierno y oposición empleando los secuestrados, constreñimiento internacional y campañas de propaganda, puede llevar a un giro en las elecciones presidenciales de 2010. Se trata de construir un nuevo escenario que les permita respiro militar, avanzar en el reconocimiento de beligerancia y reivindicar la supuesta derrota de la seguridad democrática y el Plan Colombia. Todo sin abandonar la táctica del diálogo.

Por eso los planteamientos del senador Gustavo Petro y de Garzón, miembros del Polo Democrático, sin ser nuevos son importantes. Petro propuso una hoja de ruta a manera de ''plan de salida a la guerra'', un pacto democrático que termine ''definitivamente el uso de la combinación de las formas de lucha'', una política de seguridad de Estado e incluso, acercándose más a Uribe, reconoce en las fuerzas militares un rol indispensable.

El alcalde admite éxitos de la política de seguridad, niega carácter de izquierda a las FARC y critica a quienes desde esa orilla, léase el candidato Carlos Gaviria, con ''consideraciones teóricas'', terminan legitimando el escenario guerrillero. No hay que olvidar que Gaviria anunció estar dispuesto a reconocer beligerancia a las FARC si es elegido presidente.

Algo similar sucede en el Partido Liberal. El expresidente César Gaviria ha dicho que se debe ''impulsar una política de seguridad firme y eficaz que preserve los logros alcanzados de este gobierno''. Para Rodrigo Rivera, el más comprometido con una propuesta de unidad contra la violencia y quien lideró en 2003 el acuerdo antiterrorista suscrito por los principales partidos políticos y que fracasó por desinterés del gobierno, ''nunca es tarde para corregir el error de habernos polarizado en asuntos de orden público'' y ``el acuerdo nacional en materia de seguridad debe hacerse ahora o en últimas para la elección de 2010''.

No obstante, Rafael Pardo cree que ''la política de orden público es de la esencia de la competencia política'', es decir, discrecional de la agenda de los partidos y de cada gobierno, pero enfatiza en la necesidad de un acuerdo sobre la liberación de los secuestrados y el desmonte del paramilitarismo.

Mi conclusión: Es urgente el consenso para fenecer lo que queda de las FARC y blindar tanto de afanes electorales como de guerra política los resultados alcanzados. Estas posturas de algunos candidatos de la oposición son una oportunidad para un acuerdo nacional que junto a la política de seguridad cobije una solución humanitaria al secuestro, fortalecimiento de la justicia y desmantelamiento definitivo del paramilitarismo. El acuerdo liquidaría los planes en el corto plazo de las FARC y con presión militar podría contribuir a doblegar su voluntad de lucha. Sería un paso más hacia la paz.

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lunes, diciembre 10, 2007

EL GOLPE A CHÁVEZ

http://www.semana.com/ - 4 de diciembre de 2007

Foto EFE - Iván Gonzalez

RAFAEL GUARÍN

Lejos de una victoria pírrica, los resultados del referendo representan una calamidad para el proyecto bolivariano. Aunque para Hugo Chávez “por ahora” la nueva “ecuación de poder” quedó aplazada, lo evidente, como me lo dijo Julio Borges –presidente de Primero Justicia–, es que “la agenda política que está presente en ese proyecto de reforma no recoge la esperanza o el sueño ideal que quieren los venezolanos, incluso los chavistas”.

No es cualquier tropiezo sino el golpe más contundente propinado a la revolución desde 1998, aún por encima de los acontecimientos del 11 de abril de 2002. Los escasos dos puntos de diferencia del NO sobre el SÍ disimulan la monumental derrota pero no ocultan que una revolución a través de las urnas no se puede hacer sin el pueblo. Sólo 4.379.392 de ciudadanos, cerca de una cuarta parte del padrón electoral, aprobaron el camino al socialismo del siglo XXI. Al resto no les gusta o no les importa, en todo caso, no están con la revolución.

El presidente del Colegio de Internacionalistas de Venezuela, Juan Francisco Contreras, señaló que es consecuencia de la creencia de Chávez en “que podía implantar un sistema socialista a la cubana, sin contar con la aprobación de la gente, al plantear el referendo como un plebiscito a su gestión”. La conclusión es clara: tal aspiración choca con las ideas y valores predominantes en la sociedad venezolana, en otras palabras, carece de legitimidad en un país que reclama igualdad con respeto a la libertad.

Sin duda, también contribuyó el nuevo rostro de la oposición. El liderazgo estudiantil facilitó que el mensaje por fin llegara a los venezolanos. Su protagonismo neutralizó el desprestigio de los partidos históricos sobre el cual cabalgó Chávez en todas las elecciones. Mientras sus tradicionales detractores representaban el viejo régimen los jóvenes le imprimieron credibilidad y transparencia al NO. A punta de ensayo y error se aprendió que sí se puede ganar cuando se hace oposición inteligente.

De todo lo más importante son los nuevos vientos. Al referirse a la coyuntura de 1998, Ludolfo Paramio afirmó que “Venezuela ejemplifica la renuencia social a aceptar el ajuste y las reformas estructurales” neoliberales, lo cual generó fuerte polarización, afanes de desquite social y repudio al bipartidismo, sentimientos canalizados exitosamente por el outsider Chávez pero que han perdido su capacidad de movilización política.

Una posible explicación de ese cambio es que la invocación a la lucha de clases, motor de la revolución, pasa a un plano secundario cuando se trata de defender el régimen democrático, sin que esto signifique que los factores socioeconómicos de lucha política no sigan siendo un elemento central de la contienda electoral. Si bien el discurso social de Chávez tiene amplia aceptación, no es igual cuando se coloca en cuestión las señas de la democracia liberal con la reelección indefinida, la creación de un partido socialista único, la ideologización del sistema educativo, la restricción de los derechos humanos y la libertad de prensa.

Ese comportamiento coincide con la actitud de los ciudadanos hacia la democracia. Según Latinobarómetro, en Venezuela su preferencia respecto a cualquier otra forma de gobierno en 1998 era de 60 por ciento y en 2006 de 70 por ciento, a pesar de descender con relación a años anteriores. En 2006 la confianza en los beneficios de la democracia para el desarrollo de ese país ascendió 10 puntos desde el 69 por ciento de 2003. Además, la idea que la democracia genera condiciones para que las personas prosperen con su propio esfuerzo encuentra con 76 por ciento en Venezuela el segundo país con mayor arraigo en la región.

A Chávez le quedan dos caminos. Una Asamblea Constituyente, propuesta por sectores de la oposición que piensan que pueden recortar el periodo presidencial o hasta sacarlo. Ingenuidad absoluta. Aunque se derrumbo el mito de la invencibilidad de Chávez, no es lo mismo una elección de un cuerpo colegiado a un referendo. En cambio, si es la oportunidad institucional para incorporar las propuestas negadas en las urnas y revalidar las mayorías chavistas. En algo tiene razón Chávez, sus detractores tienen que saber administrar la victoria.

El otro es el despeñadero de la dictadura, finalmente, los comunistas enseñan que la revolución sólo es posible empleando la violencia para derrocar todo el orden social existente y no hay que olvidar que el teniente coronel debutó en la arena política con el ropaje de golpista.