VICENTE TORRIJOS


Como la euforia que ha producido el Acuerdo de La Habana entre el Gobierno y las Farc no es suficiente para contagiar a todo el mundo, vale la pena considerar, apelando a un “prudente realismo”, cuál es la naturaleza del proceso que ahora empieza y cuáles serían sus alcances.
Lo primero que se advierte es que el Gobierno ha renunciado a la ventaja estratégica adquirida a lo largo de los últimos 12 años y, de manera incondicional, acaba de otorgarles a las Farc el estatus de interlocutor político y legítimo refundador del Estado.