domingo, octubre 18, 2009

LOS MITOS FARIANOS

Manuel Marulanda, Tirofijo, al comienzo de las FARC
Rafael Guarín
Especial para FACEBOOK

Las Farc son verdaderas maestras en el manejo del mito. Uno de sus mitos sobre su origen relata que hacia 1964 eran humildes e indefensos campesinos agredidos por el Estado que tuvieron que armarse para defenderse. Una revisión histórica muestra otra cara: para 1960 ya existían 13 cuadrillas comunistas en Tolima, Cundinamarca, Valle del Cauca, Boyacá y Santander, con un total de 912 integrantes, como lo recuerda James Henderson.

La realidad es que desde los años cincuenta estos grupos armados fueron organizados, adoctrinados, entrenados y protegidos por el Partido Comunista Colombiano. El proceso organizativo de las Farc estuvo a cargo de ese partido de la mano de dirigentes provenientes de las ciudades, como Jacobo Arenas.

El mito de la "agresión" nunca se descuida. Un ejemplo es el comunicado del Secretariado en que se informa la decisión de liberar a los secuestrados Clara Rojas, el niño Emanuel y la excongresista Consuelo de Perdomo, fechado el 9 de diciembre de 2007. Debajo de la fecha y antes de la firma, aparece la siguiente leyenda: “17 años después de la agresión a Casa Verde”. Se refiere a la legítima y legal acción militar realizada en 1990, en el municipio de la Uribe, por el ejército colombiano en contra del santuario de las FARC, donde se planificaban y ordenaban acciones terroristas. La ecuación es sencilla: el ejercicio legítimo de la autoridad del Estado es una agresión que justifica ejercer la violencia como legítima defensa. Todo un artificio.

Otro mito es el de la existencia en Colombia de una guerra civil. Para esto desarrollaron un lenguaje, avalado por sectores de opinión, algunos medios de comunicación y académicos, que reconoce implícitamente legitimidad a las FARC y justifica directa o indirectamente sus acciones. De esa forma, se llega a la necesidad de “acuerdos humanitarios”, se edifica el concepto de prisioneros de guerra para hablar de secuestrados o el de impuesto revolucionario para referirse a las extorsiones, igual que sucede en el País Vasco.

Un mito más consiste en decir que en Colombia no se puede hacer política de izquierda lo que obliga a tomar las armas. Se basa en una atrocidad incuestionable: el asesinato masivo de dirigentes de la Unión Patriótica. El hecho, también incuestionable, es que en el proceso electoral de 2007 fueron asesinados 30 candidatos de los cuales ninguno era de izquierda. La mayoría pertenecían a partidos de la coalición de gobierno y otros al Partido Liberal, que sigue siendo percibido como uno de los bastiones del establecimiento político. Muchos de ellos muertos por las Farc y otros por las bandas criminales que quedaron luego de la desmovilización de las AUC.

Los mitos son centrales en todos y cada uno de los actos de comunicación fariana. Si se revisan con atención las entrevistas a sus miembros, los videos publicitados en Anncol o en la Agencia Bolivariana de Prensa, los comunicados y los “editoriales” que aparecen en su página web, se encontrará que sin excepción acuden a los mitos para ratificar la “justeza de su lucha”.

El discurso de Marulanda leído en la instalación de los diálogos con el gobierno de Andrés Pastrana, al referirse a los “cerdos y las gallinas” buscaba ratificar los mitos fundadores. Igual ocurre con el video de las liberaciones de secuestrados realizadas en febrero pasado y en los que un guerrillero relata su visión de las Farc. De ahí, el interés de Farc por las cámaras de televisión y por contar con un movimiento en la legalidad que les sirva de caja de resonancia.

Finalmente, el mantenimiento de dos mitos son claves para las Farc en este momento: su supuesta “invencibilidad” y el carácter “imprescindible de la salida negociada”. Sobre el primero se edifica el segundo. Ambas ideas fueron entronizadas durante años y son, tal vez, su mayor capital.

Toda una generación creció dibujando palomas de paz y convencida que el diálogo era la única salida a una situación originada en lo que el ex presidente Belisario Betancur denominó “causas objetivas de la violencia”, haciendo suyo el discurso guerrillero. Consciente o inconscientemente dirigentes políticos, profesores universitarios, periodistas, líderes sociales y muchos ciudadanos reproducen ambos mitos. Por cuenta de ellos, Farc y ETA logran dividir la sociedad, mientras consiguen que un segmento de la misma ejerza presión sobre el gobierno para que negocie, ceda ante el terrorismo, reduzca el componente de autoridad, doblegue el estado de derecho y caiga en la trampa del diálogo, que se utiliza como táctica al servicio de una estrategia de guerra.

En conclusión, el ejemplo colombiano ilustra la forma en que los mitos y la manipulación de la historia se vinculan íntimamente a la existencia y actuación de los grupos terroristas. Éstos los asumen como fuente de legitimidad de su existencia, instrumento de deslegitimación del Estado y como medio de propaganda para ganar adeptos. Una línea de acción antiterrorista es la de desmitificar aquellos acontecimientos que sirven de sustento al discurso de las agrupaciones violentas presentándolos en su real dimensión.

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