miércoles, noviembre 18, 2009

CRÓNICA DE UNA GUERRA ANUNCIADA



RAFAEL GUARÍN

A pesar que el llamado de Hugo Chávez a prepararse para una guerra generó nerviosismo continental, no es una novedad. Amenaza con ella desde 1999 y no está improvisando.

La política de seguridad y defensa de la revolución bolivariana se formuló para enfrentar ese posible escenario. A eso responde el Concepto Estratégico de Defensa Integral y el Concepto Estratégico Militar, el fortalecimiento bélico, los vínculos con Rusia e Irán, la adopción de la llamada guerra asimétrica, al igual que la constitución de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y la Milicia Nacional, que operará en las áreas donde “ante la materialización de alguna de las hipótesis de conflicto les corresponderá actuar”, es decir, en la frontera con Colombia.

Desde esa perspectiva, un primer análisis sugiere que las advertencias de guerra y la compra de armamento, son expresiones de los factores psicológico, técnico y político que requiere una buena disuasión, siguiendo a Raymond Aron.

Pero la cuestión no es tan simple. Primero, porque es evidente que el Pentágono no tiene en su agenda planes de invasión en Latinoamérica. Segundo, porque en el absurdo caso de querer intervenir en Venezuela, técnicamente no necesita del territorio colombiano y, tercero, porque si bien los acuerdos suscritos entre Washington y Bogotá consolidan una alianza política y militar, son contra el narcotráfico y el terrorismo y no contra ninguna nación.

Son otras las verdaderas explicaciones. El poder militar cumple dos funciones: es clave en el mantenimiento y entronización de la revolución en la propia Venezuela y se concibe como bastión de la expansión del modelo bolivariano y de la construcción de la “Patria Grande”. El discurso de la disuasión esconde la ambición de convertirse en potencia militar, con capacidad de hacer operaciones más allá de sus fronteras, en alianza con otros gobiernos y hasta con organizaciones terroristas.

En ese contexto, cuando Chávez habla de guerra hay que creerle, así convenientemente después baje el tono, como acaba de suceder. Entre otras cosas, porque su gobierno declaró hace mucho tiempo una guerra irregular a Colombia, al apoyar activamente a las Farc en el propósito de derrumbar la democracia liberal e imponer el socialismo del siglo XXI.

Si bien es inviable una guerra convencional, no así un evento bélico, más aún cuando en el Palacio de Miraflores se elabora una historia ficticia que pretende dar vuelta a la real situación y pasar de agresor a agredido y de acusado a acusador, con la falsa denuncia de que la administración Uribe envía cuadrillas de paramilitares para asesinar al teniente coronel y desestabilizar la revolución.

El asesinato de jóvenes en la frontera, la sindicación de que eran paramilitares (lo que sus familias niegan), la utilización de mentirosos testimonios sobre una supuesta conspiración hecha desde la Casa de Nariño y la redacción de una novela de espionaje, que afecta además a Cuba y Ecuador, demuestra que se está montando un tablado para justificar una acción militar.

Otra opción es el escalamiento de la guerra irregular contra Colombia. El teniente coronel calificó la firma del acuerdo de cooperación como una declaración de guerra y le preocupan los efectos militares que tendrá en sus aliados, las golpeadas guerrillas. Adicionalmente, las Farc le ofrecieron ayuda militar a Chávez y este nunca la rechazó, por el contrario, le pidió entrenamiento a las Farc en guerra de guerrillas, conforme a la nueva doctrina militar bolivariana.

Es urgente que la comunidad internacional actúe para evitar el conflicto y desescalar la crisis. La iniciativa de acudir al Consejo de Seguridad de la ONU y la OEA es el camino, no UNASUR. Estas organizaciones deben garantizar la seguridad y la paz internacionales, sobre la base de proscribir la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, precisamente, cuestión en que está empeñada la revolución chavista.

www.politicayseguridad.blogspot.com

lunes, noviembre 16, 2009

CRISIS COLOMBO - VENEZOLANA - UNA GUERRA AJENA

Publicado en El Tiempo - 16 de noviembre de 2009

PEDRO MEDELLÍN

Nadie está tomando seriamente lo que está ocurriendo en la frontera colombo-venezolana. Ni la seguidilla de ataques y muertos en uno y otro lado de la frontera, ni mucho menos el cúmulo de intereses que se están moviendo detrás de la conflictiva situación. Ya no sólo son los traficantes de armas quienes se frotan las manos ante la expectativa de una confrontación armada entre los dos países. También los analistas de la geopolítica mundial comienzan a expresar sus preocupaciones por lo que pueda ocurrir en esa frontera.

Y tienen razón. Una cosa es que en Colombia se frivolicen las advertencias de acción militar de Chávez, al reducirlas a una actitud paranoide, o al intento de tender una cortina de humo para esconder su crisis interna. Pero otra muy distinta ocurre cuando esas mismas advertencias se ponen en el contexto del enfrentamiento entre Irán e Israel.

Es decir, en el escenario de dos países que amenazan con destruirse, y ahora "se desafían en Latinoamérica tomando partido por Chávez y Uribe", como resume un informe dominical del diario El Mundo de Madrid.

Y es aquí donde adquieren otro sentido asuntos como la muerte accidental de cuatro pasdaranes (miembros de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní) de alto rango, que podrían estar entrenando a militares venezolanos en el uso de tecnologías para el control de la frontera con Colombia (según versiones del diario árabe Ash Sharq Al Awsat, recogidas por El Mundo), o las preocupaciones de la cancillería israelí por la aparición de células de Hezbolá en la Guajira colombiana, que "no sólo sirven para celebrar ceremonias religiosas, sino también para recolectar dinero y mandar a Oriente Medio".

En la batalla por el apoyo de los latinoamericanos, iraníes e israelíes no han cedido un centímetro. A la intensa actividad diplomática desplegada por Irán, en la firma de acuerdos de cooperación técnica y asistencia económica con Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Bolivia y Brasil, el gobierno de Israel respondió duro.

Primero, en julio de este año, con la gira de su Canciller por Argentina, Brasil, Colombia y Perú, que la prensa no tardó en calificar como una "campaña contra el régimen iraní en Suramérica". Y luego, este fin de semana, con la visita del presidente Shimon Peres a Brasil buscando desactivar cualquier posibilidad de que se firme un acuerdo energético con Irán.

Como se sabe, el presidente Lula da Silva fue uno de los primeros líderes mundiales en reconocer la victoria electoral del presidente iraní, al tiempo que Teherán afirmó que el gobernante brasileño será el primer dirigente en ser visitado por Ahmadineyad en su nuevo mandato. Para unos y otros, la inminente entrada de Brasil al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas le da un valor crucial al apoyo que puedan obtener del país suramericano.

Paradójicamente, la ampliación de los acuerdos de cooperación militar con Colombia se vuelven un problema para Washington. Lejos de ser una ventaja estratégica, el acceso a las bases militares colombianas se va a convertir en un factor de presión israelí para que los Estados Unidos contengan el avance iraní en el continente americano. Y en una disculpa para que los iraníes invoquen la necesidad de hacer valer el eje de unidad contra el país del norte. En esa perspectiva, quién sabe hasta dónde estará dispuesto a ir el gobierno de Washington para defender de un ataque a su aliado suramericano.

Lo cierto es que el ambiente de preguerra que se vive en la frontera colombo-venezolana no parece tener una salida clara. Al tomar partido con Chávez y Uribe, Irán e Israel bloquearán cualquier posibilidad de acuerdo entre Caracas y Bogotá.

En este escenario, Colombia debe tener muy claro que, ante la interferencia activa de intereses extrarregionales, cualquier acción armada a uno u otro lado de la frontera con Venezuela la puede dejar atrapada en una guerra que no es ni será suya.

Pedro Medellín Torres