martes, noviembre 03, 2009

PAPELES PARA ANÁLISIS


GUERRILLA


Secundino González Marrero
Universidad Complutense de Madrid

Desde un punto de vista estricto, el término "guerrilla" sirve para designar al grupo que usa tácticas militares irregulares en un conflicto bélico: operaciones de sabotaje, acoso, hostigamiento y , en su caso, acciones terroristas que debilitan al enemigo. Dichas acciones pueden ser exclusivas o complementarias por parte de o de los contendientes: de hecho. el concepto se acuñó para designar a las unidades integradas por españoles que combatían junto al ejercito regular de los británicos en la Guerra de la Independencia española. Pese a que la palabra tiene, pues, un origen relativamente cercano en el tiempo, el uso de acciones guerrilleras se remonta a los propios orígenes de la guerra, y su práctica fue recomendada por los teóricos y estrategas de los conflictos armados desde la aparición generalizada de estos.

Sin embargo, y aunque hay que insistir en que el uso de unidades guerrilleras puede ser una táctica habitual por parte de los ejércitos regulares, el concepto de guerrilla ha venido restringiéndose en los últimos cincuenta años para terminar asociándose con los de insurgencia o revolución: de este modo se piensa en la guerrilla como en aquel grupo que, usando tácticas guerrilleras, se enfrenta a un ejército regular con el fin de alterar el orden político. La ideología y los objetivos políticos devienen así parte constitutiva del moderno uso del término, de tal modo que a algunos de los episodios de cambio político más relevantes en los últimos decenios se les asocia con él: las revoluciones china, cubana o nicaragüense fueron llevadas a cabo en toda o buena parte por las guerrillas maoísta (transformada finalmente en un ejército mas o menos regular) , castrista y sandinista, las cuales, y en especial las dos primeras, produjeron asimismo algunos textos que han servido como apoyatura teórica para subsiguientes movimientos guerrilleros. Reflexiones sobre el uso de la guerrilla se encuentran ya en el general chino Sunt-tzu, que escribió su tratado sobre la guerra en el año 350 a. C. y, desde luego, concitó el interés de quien ha sido considerado uno de los principales teóricos de la guerra, Claus von Klausewitz . En la guerrilla contemporánea, esto es, en la asociada con un tipo específico de acción política, los autores más destacados, y ellos mismos notables dirigentes guerrilleros, son sin duda Mao Zedong (1893 - 1976) y Ernesto Che Guevara (1928 -1967). La influencia de los escritos de Mao fue notable para Ho Chi Minh y para Vo Nguyen Giap, que dirigieron las sucesivas luchas de independencia en Indochina / Vietnam. Por su parte, el texto de Guevara La guerra de guerrillas (1961) se convirtió en una referencia central para los movimientos guerrilleros latinoamericanos, casi tanto como la propia vida del Che.

El fundamento estratégico de la guerrilla es relativamente simple: un grupo irregular armado, que disponga de apoyo entre la población civil y un terreno apropiado que le permita rehuir el combate abierto, puede, en determinadas circunstancias, enfrentarse a un ejército regular con posibilidades de éxito. Para ello se necesitan, en primer lugar, unos objetivos políticos susceptibles de cohesionar a un grupo dispuesto al uso de la guerrilla. Dichos objetivos pueden ser tan variados como opciones políticas hay en el espectro; sin embargo, la mayoría de los movimientos guerrilleros se han articulado sobre la base de dos ideologías, a menudo combinadas, el nacionalismo y el marxismo-leninismo en cualquiera de sus variantes. Ello ha sido así al menos en los últimos 50 años y no es de extrañar, por cuanto ambas ideologías, sea cual sea la consideración global que puedan merecer, comparten la cualidad de ser altamente movilizadoras para un tipo de acción política, la guerrilla, que exige un elevado grado de sacrificio y se efectúa en condiciones de alto riesgo.

Una ideología fuerte , elaborada como respuesta a una opresión real o percibida como tal es pues condición necesaria para el establecimiento del núcleo guerrillero. Dicha ideología, y en especial la marxista leninista (pues el nacionalismo es de suyo simple), se expone de manera simplificada y a menudo conscientemente adulterada o encubierta a aquella parte de la población que debe constituirse en la base de la guerrilla.

En este tránsito de la ideología desde el grupo originario al grupo social cuyo soporte se pretende obtener interviene de manera decisiva el liderazgo. Cierto es que ello ocurre con cualquier forma de acción política; sin embargo, dado que las guerrillas surgen, en general, en contextos de baja o nula institucionalización política, y dado el tipo de acción que se reclama, el papel del líder es central. Sin cualidades de organizador, férreas convicciones, ingenio militar, habilidad política y valor por parte del líder o del grupo reducido de líderes, es bastante difícil que la guerrilla pueda no ya triunfar, sino tan siquiera estructurarse y mantenerse con presencia significativa. Uno de los pocos casos en los que el liderazgo tuvo un perfil bajo - diluido en una impersonal Dirección colectiva - y la guerrilla resultó triunfante fue el de los sandinistas en Nicaragua, aunque compensaron tal carencia con una sólida unidad de la élite dirigente en los momentos decisivos. Unidad que es, por cierto, otro de los requisitos básicos para el éxito de la guerrilla, al punto que su ausencia ha sido considerada como una de las causas más comunes del fracaso total o parcial de la insurgencia.

En el análisis comparado de los movimientos guerrilleros suele destacarse un factor que resulta fundamental para la extensión de su actividad y sus posibilidades de éxito, y que podría ser denominado "acumulación de capital simbólico". En efecto, para que la población despliegue actitudes de cooperación y simpatía o cuando menos se mantenga neutral, los movimientos guerrilleros han de cuidar dos aspectos. En primer lugar, que los resultados de sus acciones armadas se circunscriban en lo posible a las fuerzas rivales y no afecten a la población civil directamente, siempre y cuando se trate de guerras internas, ya que en los casos de las guerrillas nacionalistas, los civiles del país colonial se convierten en objetivos militares. La ausencia de cuidado en las relaciones con la población civil en el caso de conflictos internos es considerada parcialmente responsable del fracaso de varios movimientos guerrilleros (los comunistas griegos en 1946-1949 y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional en los primeros años del conflicto salvadoreño, aunque aquí se trata de un fracaso parcial, v. infra).


El cuidado con relación a la población civil no obsta para que las guerrillas, a partir del viejo principio radical del "cuanto peor mejor", puedan estimular mediante sus actos reacciones represivas indiscriminadas por parte de las autoridades, de modo que la ciudadanía "tome conciencia" de estar sometidos a un orden tiránico. De hecho, en la mayoría de las guerrillas que acabaron triunfando, y también en las que no triunfaron, la búsqueda de este tipo de reacciones constituyó una táctica recurrente. De igual manera, los movimientos guerrilleros, a partir del mismo principio antes enunciado, suelen concentrar sus esfuerzos en desbaratar los procesos de reforma internos por parte de los regímenes contra los que actúan. Casos ha habido , en especial frente a regímenes de tipo sultanístico, donde aún siendo técnicamente posible eliminar al gobernante máximo, se renunció a hacerlo, por cuanto la permanencia en el poder del mismo constituía una garantía de que no se abrirían procesos de reforma que desactivaran las posibilidades de insurrección generalizada.

Al mismo tiempo que sus acciones "desvelan" la perversión esencial del régimen a derrocar, la guerrilla debe hacer visible ante la población que el nuevo orden que pretenden construir es sustancial-mente mejor (mas justo, mas libre) que aquel contra el que se dirigen. Las recomendaciones de Mao Zedong a sus tropas para que pagaran la comida que obtenían de los campesinos ilustra bien este punto, al igual que en otros casos lo ha sido el establecimiento de escuelas y centros de salud en las zonas bajo control, como también, allí donde es una demanda sentida, la ejecución de reformas agrarias.


Este tipo de comportamientos con respecto a la población civil es vital para las guerrillas, y no solo por razones políticas, sino por otras que derivan de la esencia misma del tipo de confrontación militar que desarrollan. El rechazo a la confrontación abierta, la realización de sabotajes y emboscadas, la elevada movilidad y diversificación, que son consustanciales a la acción guerrillera ("usar la más pequeña fuerza, en el tiempo más rápido y en el lugar más lejano", como hacía Lawrence de Arabia, uno de los grandes guerrilleros de todos los tiempos), se vería enormemente dificultado sin la colaboración de algún sector de la población, que puede servir, además de como fuente de reclutamiento (en ocasiones forzoso), en tareas de espionaje, de guía, de transporte, de mantenimiento de depósitos clandestinos de armas y de proveedor de alimentos, así como de ayuda médica.

Es obvio que el desarrollo de las guerrillas no depende solo de su capacidad de proveerse de capital simbólico y de recursos humanos. Las armas, por cierto, suelen tener algo que ver en la consecución de sus objetivos, aunque en las fases iniciales la guerrilla puede y suele subsistir con material escaso, e incluso claramente insuficiente. Si el problema de las armas puede solucionarse en el tiempo - en buena medida por la intervención de otros gobiernos - mas complejo resulta en ocasiones la obtención de "santuarios" seguros desde donde operar: de ahí la asociación de la guerrilla con las montañas o la selva, y de ahí también la importancia que adquieren los países fronterizos con aquel en que se desarrolla la confrontación.

Armas, legitimidad y santuarios, recursos externos en suma, aparecen históricamente como condiciones de posibilidad en el origen y, sobre todo, en el desarrollo de la guerrilla. Sin embargo, ello no significa, como apresuradamente concluyeron algunos teóricos de la contrainsurgencia, que la eclosión de actividades guerrilleras haya obedecido exclusivamente a algún malévolo plan elaborado desde centros de poder interesados en generalizar la subversión.

Ahora bien, descartada la hipótesis de la conspiración externa, la pregunta subsiguiente es ¿existen algunas causas más o menos precipitantes - y más o menos generalizables - que estén en la génesis de movimientos guerrilleros?.

Si ponemos la mirada en América Latina , sin duda el área donde más ha proliferado este modo de acción política ( más de un centenar organizaciones guerrilleras fueron creadas allí entre 1955 y 1995, aun cuando algunas fueran poco más que siglas y otras meramente terroristas) parece claro que pueden detectarse algunas causas comunes. Desde luego, la mayoría de los regímenes desafiados por las guerrillas fueron (algunos todavía lo son) doblemente excluyentes. En el ámbito político, autoritarios de diversa condición, desde burocrático-autoritarios, según el modelo de Guillermo O'Donnell, hasta sultanísticos, tal y como los caracterizó Juan J. Linz. La otra exclusión, de tipo social -desigualdad, pobreza, marginación étnica- alimentó la voluntad de cambio radical. Sin embargo, ambas exclusiones pueden ser condiciones necesarias, pero no suficientes. La modernización asincrónica de las estructuras sociales latinoamericanas tuvo, entre
otros efectos. el de incrementar exponencialmente el número de estudiantes universitarios, sin que aparentemente se produjeran otras transformaciones que hubiesen podido permitir la formación de canales regulados de acción política. La persistencia de la marginación y la pobreza fue explicada a través de la óptica de la dependencia económica y de la existencia de una alianza esencial entre el gobierno de Estados Unidos y las oligarquías y los ejércitos nativos. Las escasas democracias del área , sin duda de baja intensidad, eran interpretadas como meras fachadas, al servicio de los poderes antedichos, incapaces sustancialmente de mejorar las condiciones de vida de la población. Armados de tales convicciones, miles de estudiantes latinoamericanos abandonaron las aulas durante los años sesenta para engrosar los movimientos guerrilleros.

Pero para que todo ello ocurriera tuvo que darse otro factor , sin duda decisivo y que fue el efecto de imitación que provocó la victoria de Fidel Castro en Cuba. Aún cuando antes de 1959 movimientos guerrilleros habían surgido en algunos lugares del continente, el triunfo castrista muestra claramente una línea divisoria. Si se descarta el precedente de las guerras de independencia contra España, antes de 1959 los grupos y movimientos que pueden considerarse dentro de la categoría de guerrilla apenas llegan a diez en toda América Latina. Después de Cuba, la cifra sobrepasó el centenar.

La influencia de la guerrilla cubana en el resto del área se produjo en tres ámbitos. En primer lugar, en los métodos, por cuanto se mostraba que era posible, a partir de un pequeño núcleo guerrillero - el foco, teorizado más tarde por Ernesto Che Guevara - crear las condiciones objetivas y subjetivas para la revolución. No era necesario esperar, ni a que se fortaleciera el proletariado como clase ni siquiera a la formación del partido proletario. El foquismo se convirtió así en el principal método de acción guerrillera, aun cuando a principios de los años 70 diversas fracciones de las guerrillas se apartaron de él y optaron por otras vías y otros métodos (guerrilla urbana, guerra popular prolongada, según el modelo de Mao, formación de estructuras político- militares) lo que, por cierto, contribuyó a incentivar la tendencia de estos grupos al fraccionamiento. El segundo aspecto de la influencia de Cuba tuvo que ver sin duda con el para muchos excelente balance de resultados del régimen creado por la guerrilla castrista. No solo por su orgullosa afirmación de identidad en la confrontación con Estados Unidos, de indudable influjo en países que eran percibidos por una parte de sus ciudadanos como semisubyugados por el imperialismo, sino por que, relativamente pronto, los indicadores de calidad de vida en algunos aspectos - igualdad, salud, educación - alcanzaron niveles sin duda envidiables si se comparaban con los mismos indicadores en casi la totalidad de los países latinoamericanos.

Una tercera influencia, no desdeñable, vino como resultado de la formación de mitos, y en especial el del Che Guevara, mito sacrificial e iconográfico para dos generaciones de estudiantes latinoamericanos. Omar Cabezas, guerrillero sandinista, llegó a escribir en su libro autobiográfico que su obsesión, al incorporarse al FSLN, era "ser como el Che" . .

En los años ochenta, buena parte de las guerrillas perdió parte de su fundamentación histórica y política. Y ello por dos motivos: las transiciones a la democracia de la Tercera Ola tuvo efectos notables en su capacidad para obtener apoyo. Al fin y al cabo, como había señalado el Che Guevara, la guerrilla tiene serias dificultades de prosperar allí dionde hay gobiernos electos mas o menos legítimos. Por otra parte, la crisis del socialismo real dejó a los grupos guerrilleros de orientación marxista-leninista sin referencias ideológicas y políticas, además de otro efecto de difícil evaluación, cual fue la disminución de su volumen de recursos externos. De este modo se iniciaron procesos de negociación orientados a la reinserción de las guerrillas en la vida regular de los regímenes democráticos, por la vía de su transformación en partidos, o su inclusión en alguno de los existentes. Elló ocurrió, entre otros lugares, en Uruguay, Argentina, El Salvador, Guatemala, Honduras y, parcialmente, en Colombia.

¿Ha terminado la época de las armas en América Latina ?. Afirmaciones apresuradas a esta pregunta fueron hechas poco antes del 1 de Enero de 1994, justo cuando, en el sur de México, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional irrumpía en varias poblaciones del Estado de Chiapas con el propósito de alterar la supuesta entrada de México en el Primer Mundo a raíz de la puesta en vigor del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Combinación paradójica de fundamentación premoderna (es mas una revuelta, pensada para llamar la atención hacia un problema concreto o para protestar contra injusticias específicas que un movimiento guerrillero orientado a la toma del poder político) y tácticas posmodernas, como el uso de recursos publicitarios sofisticados, y de las nuevas tecnologías de comunicación, la revuelta organizada por el EZLN no ha tenido el efecto de imitación que muchos de sus panegiristas auguraban. La frustración de ciertos sectores de la ciudadanía por los efectos percibidos de las políticas de ajuste, la globalización y la mala calidad de las democracias se ha ido canalizando en los últimos años hacia fórmulas neopopulistas. Pocos jóvenes latinoamericanos quieren ser ya "como el Che". O como Marcos.

domingo, noviembre 01, 2009

LA CPI Y EL MIEDO MILITAR

SEMANA.COM - 1 de noviembre de 2009


RAFAEL GUARÍN

En el Cañón de las Hermosas, Alfonso Cano debe preocuparle lo mismo que antes de su extradición obsesionaba a Salvatore Mancuso y a Don Berna: ¿Cómo substraerse de la justicia penal internacional? A pesar de su soberbia, heredada de Jacobo Arenas, la cosa debe causarle tremendos salpullidos, más aún, cuando el 1 de noviembre finalizan los siete años consagrados en la cláusula 124 del Estatuto de Roma, en virtud de la cual el Estado colombiano declaró que no aceptaba competencia de la Corte Penal Internacional (CPI) respecto a los crímenes de guerra.

El tema conlleva también otro tipo de reacciones. Sectores de oposición pretenden utilizarla como “coco” para intimidar al gobierno, otros la emplean dentro de un discurso que quiere deslegitimar las instituciones democráticas. El caso de Piedad Córdoba ilustra ambas cosas: sugirió el absurdo de que antes que las Farc comparecieran ante ese tribunal por el secuestro de los llamados “canjeables”, lo harían los funcionarios del gobierno por la misma razón.

Por otro lado, hay una fuerte inquietud en las filas de la fuerza pública. Entre los militares hay temor, aún antes de que se develaran los “falsos positivos”. Al hablar con oficiales de diferente rango, con facilidad se percibe la preocupación de que luego de sacrificarse durante años enfrentando el narcotráfico y el terrorismo terminen injustamente en la cárcel.

Esa predisposición no es gratuita. Se piensa que la Corte se convertirá en una pieza de la guerra jurídica que la guerrilla adelanta contra el Estado, con la ayuda de farianos y elenos camuflados en la legalidad. Es racional, la combinación de todas las formas de lucha, legales e ilegales, como diría Lenin, implica el intento de utilizar las instituciones internas y foráneas para golpear al enemigo.

Los camaradas ven en el Estatuto de Roma una oportunidad para desplegar una ofensiva y generar pánico en las tropas. El tema no es menor. Si el pánico cunde en la fuerza pública, ni siquiera el firme liderazgo civil y apoyo de los ciudadanos será suficiente para contener un declive de la Política de Seguridad Democrática. Las Farc lo saben, al igual que sus aliados, y hacen todo lo posible por jugar esas cartas.

A pesar de eso y de las campañas de propaganda y rumor, desplegadas con el fin de producir aprensión en las fuerzas armadas con relación a la jurisdicción penal internacional, los soldados y policías no deben tener el más mínimo temor. Son varias las razones: Primero, en Colombia no hay una política de Estado de violación de los derechos humanos. Segundo, la CPI actúa subsidiariamente, es decir cuando la justicia del país no lo haga.

Y, tercero, en ambos aspectos el Estado está trabajando para garantizar el respeto absoluto de los derechos humanos, lo certifican las cifras del CINEP que registran un descenso en las denuncias sobre supuestos falsos positivos, al tiempo que existe un esfuerzo muy grande por dilucidar judicialmente las responsabilidades de casos que se enmarquen en crímenes de lesa humanidad y de guerra.

Así, pues, no debe haber miedo alguno en la medida que se aplique justicia y las fuerza pública cumpla con sus deberes constitucionales, comenzando por que no haya ni una sola violación de derechos humanos. ¡Esa debe ser su real preocupación!
Alfonso Cano.

Quienes en realidad deben desvelarse son los cabecillas de los grupos armados ilegales. Jojoy y compañía insistirán en la supuesta “salida negociada al conflicto social y armado”, al tiempo que pretenderán que el primer acuerdo sea la impunidad total. El detalle está en que frente a la justicia penal internacional no tiene ninguna validez cualquier medida que signifique perdón y olvido, así provenga del voto directo del pueblo.

La consecuencia es que si el diálogo y la negociación se condicionan a impunidad, la entrada en vigencia de la Corte no solo no es una amenaza para la fuerza pública, sino una estocada a la estrategia guerrillera. También a sus recurrentes montajes de “salida política” y, en últimas, el más formidable refuerzo a una política de firmeza contra el terrorismo y a la acción legítima de la fuerza pública. A las Farc, con pena de Alfonso Cano, solo les queda el sometimiento a la justicia o desfallecer en el Cañón de las Hermosas. ¡Escojan!