viernes, mayo 07, 2010

CHÁVEZ Y EL CHANTAJE DEL TERROR

By RAFAEL GUARIN
7 de mayo de 2010

Hugo Chávez no se resigna. Sabe que la revolución bolivariana sólo tendrá futuro si se instaura en Colombia un gobierno alineado con el socialismo del siglo XXI. Sus reiteradas advertencias respecto a que la elección como presidente de Juan Manuel Santos llevaría a un enfrentamiento bélico entre Colombia y Venezuela, hace parte de una calculada estrategia de terror.

El mensaje es contundente. Si los colombianos se atreven a escogerlo: ¡Qué se atengan a las consecuencias! Según Chávez, la crisis en la relación binacional se profundizará, el comercio seguirá deteriorándose y quienes lo elijan serán responsables de una terrible guerra entre ambas naciones. Chávez, que conoce muy bien la guerra psicológica, está desplegando con ese discurso su mejor artillería: infundir miedo para condicionar el comportamiento de los electores. Es la forma de aniquilar la libertad del voto y de someter la voluntad de los colombianos a los planes de la revolución.

Para que quede claro que la cosa no es jugando, se creó, al igual que en los primeros meses del 2008, un contexto de amenaza a la seguridad y a la paz internacional. Hábilmente se movieron las fichas con el fin de escenificar una situación de desestabilización y pugnacidad en la región, en la cual se asigna a Santos el papel de antagonista. De eso hacen parte los ya cotidianos incidentes en la frontera con Venezuela, los malos tratos de la Guardia Nacional, el asesinato de colombianos y la detención arbitraria, bajo la fantasiosa acusación de espionaje.

Los aliados de Chávez hicieron su aporte. Rafael Correa repitió la advertencia de guerra y Daniel Ortega contribuyó a enrarecer el ambiente, al detener en mar hondureño un barco pesquero colombiano y a sus tripulantes, en abierta violación al derecho internacional. Con eso intentan un imaginario de zozobra que dé credibilidad a una posible guerra si eligen a Santos.

La animadversión con el candidato no es gratuita. Fue de los primeros en prender las alarmas respecto al peligro que significa Chávez y su revolución para la democracia continental. Como ministro de Defensa desenmascaró la alianza farchavista, reveló los vínculos del gobierno de Correa con esa organización terrorista y evidenció la solidaridad de Ortega con Manuel Marulanda. Como presidente, sin duda mantendría a raya el expansionismo bolivariano.

Pero el problema no es Santos. El problema es Chávez. Mientras éste se mantenga en Miraflores las democracias vecinas estarán asediadas, pues la revolución no se consolidará sin la construcción de un ``bloque regional de poder'' que por razones geopolíticas incluye necesariamente a Colombia. La única forma de tener relaciones armónicas con Venezuela es la salida del poder de Chávez o que a la Casa de Nariño llegue un gobierno abiertamente chavista o proclive a la revolución bolivariana, pues todo aquel que no está en su línea, lo está en la del imperio, y, por tanto, es un enemigo de la revolución.

Chávez no tiene oportunidad alguna de imponer un candidato propio. Su intención en este momento es otra. Busca más bien dar un primero paso que le permita remover obstáculos (la continuidad del uribismo) y avanzar hacia una coyuntura en la que sea posible un gobierno bolivariano en Colombia.

sa maniobra tergiversa y suplanta la realidad: Chávez se hace pasar de víctima y presenta a Colombia como victimario. También persigue debilitar la continuidad de la Política de Seguridad Democrática que tanto daño hace a sus socios de las Farc.

Más allá del repudio a la estrategia de terror, lo cierto es que puede funcionar. El miedo en muchos casos tiene éxito en adherir sectores de la sociedad civil, mientras pretende que el resto ceda por la fuerza a sus propósitos. Ojalá los colombianos no se sometan al chantaje del terror, no se acobarden ante las amenazas de Chávez, no crean en su falsa retórica y elijan en absoluta libertad su próximo presidente. Lo contrario sería un antecedente nefasto y un paso cierto hacia el abismo que vive hoy Venezuela.

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miércoles, mayo 05, 2010

AMENAZAS TERRORISTAS A ESTADOS UNIDOS

Atentado fallido en Nueva York - 1 de mayo de 2010

Por FERNANDO REINARES

Decir que Estados Unidos es blanco prioritario del terrorismo global, esto es del terrorismo directa o indirectamente relacionado con Al Qaeda, constituye un tópico poco revelador en sí mismo del problema que dicho fenómeno supone actualmente para los ciudadanos y las instituciones norteamericanas, incluso dentro de las propias fronteras de dicho país. Para ir más allá de ese tópico y valorar en su debido contexto el fallido atentado del pasado sábado por la tarde en uno de los lugares más concurridos a esas horas de Nueva York, interesa conocer cuáles son las tendencias recientes de la amenaza del terrorismo yihadista en el territorio estadounidense, en el marco de la cual es verosímil que se inscriba ese hecho. En primer lugar, por lo que se refiere a los antecedentes inmediatos que permiten apreciar su evolución. En segundo lugar, en lo que atañe a la naturaleza de esa amenaza y a los actores implicados.

Así, importa recordar que el número de incidentes relacionados con el terrorismo yihadista contabilizados en Estados Unidos durante el pasado año, al menos 10, no tiene precedentes. Además de lo ocurrido el día de Navidad, cuando una aeronave de pasajeros que culminaba un vuelo transatlántico estuvo a punto de ser destruida en su aproximación al aeropuerto de Detroit por un joven islamista radical de nacionalidad nigeriana, hubo planes para atentar contra sinagogas de Nueva York, una base de la Guardia Aérea Nacional en ese mismo estado, un edificio de oficinas en Dallas y unos juzgados en Springfield (Illinois). También se estuvo preparando un atentado suicida en el metro de la ciudad de Nueva York y hubo dos ataques con armas de fuego, que ocasionaron la muerte a una persona en dependencias militares de Little Rock y a 13, en noviembre de 2009, en Fort Hood.

En conjunto, esos incidentes revelan las dos principales fuentes de la amenaza que el terrorismo global plantea actualmente en el suelo de Estados Unidos. En relación con ellos y otras actividades terroristas han sido detenidos o identificados individuos, autóctonos y foráneos, radicalizados a partir de su condición musulmana de origen familiar o al hilo de su conversión. En unos casos se sabe que actuaban aisladamente o constituían células independientes, sólo inspiradas por Al Qaeda. En otros, sin embargo, seguían órdenes de Al Qaeda, de una extensión territorial de esta estructura terrorista denominada Al Qaeda en la Península Arábiga o de grupos asociados con Al Qaeda como el paquistaní Lashkar e Toiba o el somalí Al Shabab. Es decir, se trata de una amenaza dual, que procede tanto de individuos y células independientes surgidas en el interior como de entidades transnacionales localizadas en el exterior.

Y es que ni Estados Unidos es inmune al llamado homegrown terrorism o terrorismo de formación endógena, si es que alguna vez lo fue, como muchos analistas han sostenido al comparar la situación norteamericana con la europea, ni la amenaza del terrorismo yihadista en territorio norteamericano procede principalmente de individuos y células independientes, como igualmente se ha afirmado. El peligro es mayor, si nos atenemos a la magnitud y consecuencias de posibles atentados, cuando existen conexiones con Al Qaeda y otras organizaciones insertas en la actual urdimbre del terrorismo global capaces de ofrecer dirección, adiestramiento y recursos. Al escenario más inquietante, el verdaderamente capaz de poner a prueba la resiliencia de la sociedad estadounidense, se refirió hace pocas semanas el presidente Barack Obama, cuando aludió a los desafíos del terrorismo nuclear.

*Fernando Reinares es investigador principal de terrorismo internacional en el Real Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos.