sábado, noviembre 29, 2008

COLUMNA INVITADA

EN QUÉ ESTÁ LA GUERRA


LEÓN VALENCIA
El Tiempo - 29 de Noviembre de 2008

Después de la ruptura de la negociación con los paramilitares y de la extradición de 14 de sus comandantes; luego de la Operación 'Jaque' y de los grandes golpes a las Farc, mucha gente se pregunta en qué está el conflicto. Para responder a este interrogante, la Corporación Arco Iris acaba de entregar un balance sobre la situación de los actores armados ilegales. Se trata de una investigación a partir de los datos oficiales, pero también de un gran volumen de información recogida en terreno a lo largo del año 2008.

Las conclusiones son alarmantes. Los reductos paramilitares y los grupos emergentes están creciendo y se están expandiendo desaforadamente. Las Farc se han reacomodado para seguir en la guerra. El Eln está eludiendo la confrontación y no está operando, pero mantiene su presencia con núcleos en más de veinte departamentos.

Si sumamos los paramilitares reinsertados que han vuelto a las armas, los que no se desmovilizaron y las bandas emergentes, tenemos otra vez 10.200 personas en armas, distribuidas en 102 grupos con presencia en 246 municipios del país. Tal como dice el Gobierno, el propósito de algunos de estos núcleos es el narcotráfico, pero la mayoría están asumiendo muchas de las características de las anteriores Autodefensas Unidas de Colombia: atacan a líderes sociales, a organizaciones comunitarias y a dirigentes políticos, buscan influir en el poder local y controlar el territorio. En el caso de las llamadas 'Águilas negras', que están hacia el norte y el oriente del país, proclaman una posición antisubversiva y cuentan con la permisividad de sectores de la fuerza pública.

Cuando empezó el gobierno del presidente Uribe, las Farc tenían aproximadamente 18.200 hombres distribuidos en 81 frentes, ahora tienen cerca de 10.800 distribuidos en 64 frentes. Así mismo, han disminuido sus compañías y columnas. Sus fuerzas han sido desplazadas de los grandes centros poblacionales y de producción a lo profundo de las montañas. Su mando central ha sido duramente golpeado. Muchas de las rutas de abastecimiento logístico han sido cortadas y las fuentes de recursos económicos obstruidas. Con el rescate o la liberación de los secuestrados han perdido, además, el factor de presión política que las mantenía comunicadas con la comunidad internacional.

Aun así, esta guerrilla está lejos de desmoronarse. En los días posteriores a la Operación 'Jaque', algunos sectores del Gobierno abrigaron la esperanza de que se produciría una desbandada general con la desmovilización de frentes y bloques enteros. Pero lo que se ha visto en estos meses es que Alfonso Cano ha logrado consolidar su mando y definir una estrategia propia para resistir a la ofensiva gubernamental.

Ahora tenemos unas Farc con gran movilidad, distribuida en pequeños grupos, utilizando intensivamente el minado de grandes zonas, recurriendo a la fabricación de morteros y armas artesanales, apelando a los francotiradores, buscando la alianza con bandas emergentes para recuperar rutas de narcotráfico y de acceso a las ciudades. En varias regiones han empezado a recuperar terreno y a crecer. En el bajo Cauca antioqueño, por ejemplo, había quedado reducidas a menos de cien hombres y ahora tienen más de quinientos.

Aun en medio de la debilidad militar, el Eln conserva intacto su mando central, en algunas regiones como Arauca y Nariño ha ganado el pulso que mantenía con las Farc y, mediante la vinculación parcial de algunas estructuras al narcotráfico, sobrevive a la ofensiva del Estado.

El presidente Uribe afronta, además, un lío adicional: la imposibilidad de mantener la gran inversión en defensa -que llegó a sobrepasar los cinco puntos del PIB- debido a la crisis económica y al recorte y reformulación de la ayuda militar de los Estados Unidos.

lvalencia@nuevoarcoiris.org.co
León Valencia

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jueves, noviembre 27, 2008

COLUMNA INVITADA

EL ANÁLISIS DE INFOLATAM

Carlos Malamud


Venezuela: juegan todos, ganan casi todos, pero unos más que otros

Infolatam
Madrid, 24 de noviembre de 2008

"...De todos modos, es indudable que Chávez sigue siendo un importante referente para la política nacional y que su liderazgo sigue siendo tenido en cuenta por una parte apreciable de la población venezolana. Pero también es cierto que la oposición dio un paso muy importante en su proceso de unificación y en su auto convencimiento de que la democracia es el mejor camino para imponerse a las salidas populistas y demagógicas".

Suele ocurrir en casi todas las elecciones, y más si son locales o regionales, como en éste caso, que todo el mundo, o casi, tiene motivos sobrados para proclamarse ganador. El gobierno, porque ganó en 17 de las 22 gobernaciones, en número de alcaldías y en voto popular. La oposición, porque ganó en estados y ciudades claves y, sobre todo, porque mejoró sensiblemente su posición en relación con las pasadas elecciones de este tipo. Sin embargo, el chavismo sin Chávez, los autoexcluidos del PSUV (Partido Socialista Unificado de Venezuela), bien por tener un proyecto propio, como el candidato renegado por Barinas, el estado natal y feudo familiar de Chávez, o bien por negarse a caminar bajo la disciplina bolivariana, caso de Podemos o de los comunistas venezolanos, cosechó resultados bastante magros. Sin embargo, habrá que ver, con los datos definitivos, cuántos puestos de alcalde o gobernador se le fueron de las manos al gobierno por la sangría de votos de sus otrora seguidores.

Si bien en esta oportunidad tanto gobierno como oposición tienen algo para festejar, ha habido celebraciones más intensas que otras, aunque todavía es pronto para hacernos una composición acabada de cuanto aconteció el domingo y del panorama que se abre a partir de entonces. A menos de una semana de la elección, el presidente Hugo Chávez, con ese lenguaje amable que tan bien lo caracteriza, dio un claro mensaje para navegantes en su proyecto de construir el socialismo del siglo XXI, ya que "la patria que está naciendo es roja, rojita y bonita, bella, bellita". Por eso proclamó a los cuatro vientos que “vamos a lanzar a partir de hoy la misión acorralamiento, sin clemencia. Tenemos que ganar todas las alcaldías y gobernaciones en todo el territorio nacional”. Desde esta postura maximalista “Perder al menos tres gobernaciones en estas elecciones resultaría una derrota para el Gobierno Nacional”.

En la madrugada del lunes, su mensaje de reconocimiento de la victoria careció de la contundencia y del tono subido de otras ocasiones. En su lugar ofreció una mano tendida a la oposición y reafirmó su firme convicción democrática (si ganamos viva la democracia, si perdemos no sirve para nada y, por si fuera poco, sacamos las tropas a la calle en prueba de que estamos frente a una verdadera revolución, como también recordó Fidel Castro). Es verdad que en otras ocasiones Hugo Chávez lanzó mensajes similares, aunque en esta oportunidad habría que preguntarse por los verdaderos motivos de sus palabras. Por un lado, Chávez era consciente de la verdadera magnitud de su triunfo, salpicado de las derrotas en cinco de las principales gobernaciones del país (Carabobo, Miranda, Nueva Esparta, Táchira y Zulia), tres más que en el período anterior, y también en las alcaldías de algunas de las mayores ciudades, comenzando por Caracas y siguiendo por Maracaibo. Precisamente, uno de los factores claves a tener en cuenta para calibrar en su justa medida el reparto territorial de poder será el del número de capitales de provincia controlados por cada bando en pugna.

Por el otro lado, Chávez también sabía que después de esta campaña de gastos a lo grande e ilimitados, en aras de conquistar el premio mayor, viene la época de las rebajas y los recortes. Con el barril de petróleo por debajo de los 50 dólares (nadie sabe lo que durará la actual coyuntura) es difícil mantener a pleno rendimiento la maquinaria clientelar del PSUV, pese a las cuantiosas reservas que todavía se poseen, aunque éstas deben ser celosamente administradas si se quiere que duren. Y si eso ocurre, si el gasto público se contrae, las posibilidades futuras de la oposición también aumentan, al hacer un poco más igual la actual lucha totalmente asimétrica por el poder político. Al mismo tiempo, ante la situación surgida tras los comicios, es probable que las amenazas presidenciales de cortar el envío de fondos públicos a las ciudades y estados controlados por la oposición acaben por no cumplirse.

Chávez planteó estas elecciones como un plebiscito sobre su persona, sabedor que el tirón electoral de buena parte de los dirigentes locales y regionales del PSUV es mínimo sin su auxilio. En esa línea de tensionar en torno suyo y despolitizar a la oposición, llama la atención que en la página web del CNE (Consejo Nacional Electoral), los nombres de los candidatos no fueran acompañados de su adscripción partidaria. Curiosidades de la revolución bolivariana.

Una de las principales notas de la jornada electoral del domingo fue la alta participación, muy por encima de otros comicios similares en años anteriores. Si bien ambos bandos han logrado movilizar a sus seguidores más remolones, los resultados definitivos mostrarán quién tuvo más capacidad de movilización. Es en relación con este extremo cómo se podrán contestar con más certeza los interrogantes acerca del futuro de la gobernabilidad en Venezuela. De todos modos, es indudable que Chávez sigue siendo un importante referente para la política nacional y que su liderazgo sigue siendo tenido en cuenta por una parte apreciable de la población venezolana. Pero también es cierto que la oposición dio un paso muy importante en su proceso de unificación y en su auto convencimiento de que la democracia es el mejor camino para imponerse a las salidas populistas y demagógicas".

http://www.infolatam.com/entrada/venezuela_juegan_todos_ganan_casi_todos_-11317.html

lunes, noviembre 24, 2008

"OBAMA Y EL APOYO A COLOMBIA"




Publicado en El Nuevo Herald - Miami / lunes 24 de noviembre de 2008

La victoria de Barack Obama es una oportunidad para que Colombia continúe avanzando hacia la paz. Desde 2002 el trabajo conjunto de las administraciones Bush-Uribe permitió recuperar la seguridad en casi la totalidad del territorio. Este no es únicamente mérito de los republicanos, sino resultado de una estrategia bipartidista diseñada bajo el liderazgo demócrata de Bill Clinton.

Luego de diez años la estrategia resulta insuficiente y requiere ajustes. Continuar ese mismo esquema de cooperación posibilita seguir la reducción de guerrillas y bandas del narcotráfico, pero no garantiza la sostenibilidad de los logros a largo plazo. La guerra irregular puede nuevamente tomar impulso a menos que se construya el estado de derecho y legitimidad en las zonas donde están enquistados los grupos que la adelantan.

Además, no hay duda de que la penetración de la mafia en unidades militares y su alianza con sectores políticos desvía y desvirtúa la ayuda estadounidense. Tampoco que las violaciones de derechos humanos, por parte de corruptos miembros del ejército, son incompatibles con el fortalecimiento de la democracia que está en la justificación del Plan Colombia.

La llegada de Obama a la Oficina Oval despertó una ola de entusiasmo entre quienes rechazan el apoyo militar a Colombia. Muchos señalan que es el fin de la ''salida guerrista'' y de la política de seguridad democrática. La guerrilla aspira a que el nuevo gobierno demócrata elimine esa ayuda y presione a Uribe a negociar. Las FARC piensan que eso les da legitimidad política y les posibilita ser interlocutor de gobiernos y partidos, remover los obstáculos que le dificultan obtener el estatus de beligerancia y progresar en el proyecto farchavista. Algunas ONGs están en el mismo juego.

Probablemente el presidente Obama y su equipo asesor midieron las consecuencias de ese camino: incremento del tráfico de drogas, aumento de la violencia guerrillera, deterioro progresivo de la capacidad de respuesta de los organismos de seguridad y de la propia maniobrabilidad política del gobierno colombiano y crecimiento de bandas emergentes, entre otras. En su conjunto, la debacle de las instituciones democráticas con la reedición de la táctica del diálogo al servicio de la estrategia de guerra, la misma que narra Fidel Castro aplicaron las FARC en el Caguán.

Las cosas no serán así. A pesar de sectores demócratas que propugnan por un giro radical en la relación con el gobierno Uribe, lo cierto es que Obama tiene decidido cómo actuar. En mayo pasado, en un discurso en Miami, indicó: ''Apoyaremos totalmente la lucha contra las FARC. Trabajaremos con el gobierno para acabar con el régimen del terror de los paramilitares. Respaldaremos el derecho de Colombia de atacar a los terroristas que buscan santuario en otros países y haremos que se aclare cualquier apoyo que otros vecinos estén dando a las FARC''. Y no puede ser de otra manera. Lo adecuado es mantener el apoyo militar y político, elevar las exigencias en materia de respeto a los derechos humanos y reclamar transparencia a gobiernos involucrados con esa organización.

Por otro lado, después de conseguir la seguridad en regiones que hace una década estaban bajo dominio guerrillero y paramilitar, el reto es lograr el respaldo ciudadano que en muchas de ellas es esquivo. Eso hace conveniente repensar el Plan Colombia y enfatizar la intervención económica y social para consolidar territorios, ganar legitimidad y construir instituciones, cuidando de no afectar la ayuda militar.

Al parecer, según palabras de Frank Sánchez, asesor para América Latina en su campaña, esa será la directriz: ''Bajo una administración de Barack Obama el Plan Colombia va a seguir''. Dice que el nuevo presidente quiere agregar más fondos, ''específicamente para reforzar instituciones que fortalecen la democracia, la justicia y el desarrollo económico''. Sánchez aclaró la posición del nuevo presidente al señalar que ''él ha apoyado fuertemente al presidente Uribe en su lucha contra las FARC, hasta fue uno de los únicos políticos en Estados Unidos que apoyó al gobierno de Colombia y a Uribe mismo'', refiriéndose al ataque del ejército colombiano a un campamento guerrillero en territorio ecuatoriano. ''Ni Bush habló tan abiertamente apoyando a Uribe'', concluyó.

Si Obama concreta estos anuncios, lejos de debilitar la política de seguridad democrática avalará su sostenimiento, la mejor contribución que puede hacer a la paz de Colombia. También es oportuno que el apoyo de Estados Unidos a futuros diálogos se condicione a la decisión de las guerrillas, desde el principio y de forma irreversible, de entregar las armas y desmovilizarse. Y, segundo, a que se respeten los derechos de las víctimas de las FARC y el ELN a la verdad, la justicia y la reparación.

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