11/11/09
Memorando al Presidente
Asunto: qué hacer ante las recientes amenazas de guerra del presidente Hugo Chávez.
Señor presidente Álvaro Uribe:
A usted le ha tocado una misión sin antecedentes: construir unas relaciones con una Venezuela que piensa distinto a Colombia en todo lo fundamental y evitar un conflicto que está más cercano que nunca. Hay algunas tradiciones, señor Presidente, que no se pueden perder en estos momentos. La principal es que los colombianos nos unimos en momentos de conflicto externo —un corolario de la guerra contra el Perú—. Lo invito a que convoque como Jefe de Estado a todos los partidos, candidatos y fuerzas uribistas y de oposición.
Ya no funciona, Presidente, la famosa frase del ex presidente Eduardo Santos según la cual “con Venezuela todo nos une y nada nos separa”, que nos sirvió de guía durante décadas a varias generaciones de cancilleres y embajadores en Caracas. Hoy poco nos une y mucho nos separa, aunque sigue siendo cierto que el destino de los dos pueblos debe ser el entendimiento, la cooperación y la integración, por más lejanos que parezcan. Los colombianos y los venezolanos tenemos un mismo padre fundador y pertenecemos a una misma realidad social y geográfica. Una guerra entre Colombia y Venezuela, por muy distintas que sean, sigue siendo una guerra entre hermanos y hay que evitarla con el mismo empeño con que la evitamos en el pasado, cuando nuestras concepciones políticas eran más parecidas.
La Venezuela de Chávez, presidente Uribe, es muy distinta a la del pasado pero solo los venezolanos son arquitectos de su propio destino y solo la historia podrá juzgar la revolución bolivariana. Lo cierto es que su gobierno tiene que tratar con ella. Creo, señor Presidente, que Colombia tiene en juego tres objetivos ligados a sus intereses nacionales: preservar la soberanía para decidir en forma autónoma e interna los parámetros de su cooperación militar con Estados Unidos; contener el apoyo de Chávez a las Farc, y construir una relación con Venezuela que impida el escalamiento del conflicto, controle la proliferación de incidentes y genere espacios para una agenda de cooperación en temas esenciales.
La mejor política para alcanzar estos intereses no es asumir el rol —que nadie más está dispuesto a asumir en el hemisferio— de frenar las extravagancias de Chávez o de atacar su ideario. A Venezuela hay que manejarla como un vecino con un proyecto profundamente distinto, no como a un enemigo. Chávez, por sus posiciones antidemocráticas y estilo agresivo, es incómodo para todos: para Estados Unidos tanto como para los miembros de Unasur. Pero no pueden esperar que el país que tiene más intereses en su relación con Venezuela sea el que asume el precio de frenarlo.
Además, la experiencia indica que no puede esperarse mucho de los ‘terceros actores’: la paz, al final, está en sus manos y en las de Chávez. Celebro sus llamados a la ONU y a la OEA, pero en esos organismos tienen asiento Venezuela y sus aliados, y solo actuarán dentro de mandatos aceptables tanto para Usted como para Chávez. Es verdad que ellos, así como el popular presidente de Brasil, tan bien recibido en Bogotá y en Caracas, pueden ayudar a bajar las tensiones. Pero se necesitará un trabajo prudente y profesional, como el que en forma ejemplar han realizado Usted y el Canciller para normalizar las relaciones con Ecuador. Hay que bajarle el tono a este conflicto. ¿Por qué no apelar al tratado colombo-venezolano de Conciliación, Arbitraje y Arreglo Judicial de 1939? Recuerde que contempla una comisión binacional de conciliación.
Y una última reflexión: ¿dónde están, Presidente, los Estados Unidos? A ese país le conviene el acuerdo recientemente firmado, y no puede ser que Colombia sea la única que pone el pecho para explicarlo. ¿Por qué no dice nada el presidente Obama para tranquilizar a la región sobre lo que hará en ‘las bases’ colombianas?
Presidente, ábrale espacios amplios a su agenda para contar con el tiempo que requiere pensar y escuchar. Se necesita cabeza fría porque está en juego la paz entre dos países hermanos. Y parece que Chávez no lo entiende.
Memorando al Presidente
Asunto: qué hacer ante las recientes amenazas de guerra del presidente Hugo Chávez.
Señor presidente Álvaro Uribe:
A usted le ha tocado una misión sin antecedentes: construir unas relaciones con una Venezuela que piensa distinto a Colombia en todo lo fundamental y evitar un conflicto que está más cercano que nunca. Hay algunas tradiciones, señor Presidente, que no se pueden perder en estos momentos. La principal es que los colombianos nos unimos en momentos de conflicto externo —un corolario de la guerra contra el Perú—. Lo invito a que convoque como Jefe de Estado a todos los partidos, candidatos y fuerzas uribistas y de oposición.
Ya no funciona, Presidente, la famosa frase del ex presidente Eduardo Santos según la cual “con Venezuela todo nos une y nada nos separa”, que nos sirvió de guía durante décadas a varias generaciones de cancilleres y embajadores en Caracas. Hoy poco nos une y mucho nos separa, aunque sigue siendo cierto que el destino de los dos pueblos debe ser el entendimiento, la cooperación y la integración, por más lejanos que parezcan. Los colombianos y los venezolanos tenemos un mismo padre fundador y pertenecemos a una misma realidad social y geográfica. Una guerra entre Colombia y Venezuela, por muy distintas que sean, sigue siendo una guerra entre hermanos y hay que evitarla con el mismo empeño con que la evitamos en el pasado, cuando nuestras concepciones políticas eran más parecidas.
La Venezuela de Chávez, presidente Uribe, es muy distinta a la del pasado pero solo los venezolanos son arquitectos de su propio destino y solo la historia podrá juzgar la revolución bolivariana. Lo cierto es que su gobierno tiene que tratar con ella. Creo, señor Presidente, que Colombia tiene en juego tres objetivos ligados a sus intereses nacionales: preservar la soberanía para decidir en forma autónoma e interna los parámetros de su cooperación militar con Estados Unidos; contener el apoyo de Chávez a las Farc, y construir una relación con Venezuela que impida el escalamiento del conflicto, controle la proliferación de incidentes y genere espacios para una agenda de cooperación en temas esenciales.
La mejor política para alcanzar estos intereses no es asumir el rol —que nadie más está dispuesto a asumir en el hemisferio— de frenar las extravagancias de Chávez o de atacar su ideario. A Venezuela hay que manejarla como un vecino con un proyecto profundamente distinto, no como a un enemigo. Chávez, por sus posiciones antidemocráticas y estilo agresivo, es incómodo para todos: para Estados Unidos tanto como para los miembros de Unasur. Pero no pueden esperar que el país que tiene más intereses en su relación con Venezuela sea el que asume el precio de frenarlo.
Además, la experiencia indica que no puede esperarse mucho de los ‘terceros actores’: la paz, al final, está en sus manos y en las de Chávez. Celebro sus llamados a la ONU y a la OEA, pero en esos organismos tienen asiento Venezuela y sus aliados, y solo actuarán dentro de mandatos aceptables tanto para Usted como para Chávez. Es verdad que ellos, así como el popular presidente de Brasil, tan bien recibido en Bogotá y en Caracas, pueden ayudar a bajar las tensiones. Pero se necesitará un trabajo prudente y profesional, como el que en forma ejemplar han realizado Usted y el Canciller para normalizar las relaciones con Ecuador. Hay que bajarle el tono a este conflicto. ¿Por qué no apelar al tratado colombo-venezolano de Conciliación, Arbitraje y Arreglo Judicial de 1939? Recuerde que contempla una comisión binacional de conciliación.
Y una última reflexión: ¿dónde están, Presidente, los Estados Unidos? A ese país le conviene el acuerdo recientemente firmado, y no puede ser que Colombia sea la única que pone el pecho para explicarlo. ¿Por qué no dice nada el presidente Obama para tranquilizar a la región sobre lo que hará en ‘las bases’ colombianas?
Presidente, ábrale espacios amplios a su agenda para contar con el tiempo que requiere pensar y escuchar. Se necesita cabeza fría porque está en juego la paz entre dos países hermanos. Y parece que Chávez no lo entiende.
Parece, respetado Rodrigo Pardo, que su nota llega un poco tarde. Realmente lo que se necesitaba era asustar a Chávez con la ONU, la OEA y que sus "aliados" de UNASUR lo pensaran dos veces antes de recibir a Venezuela en su seno para que Chávez, rápidamente, le bajara la temperatura a su discurso.
ResponderBorrarLamentablemente somos nosotros quienes tenemos que ponerle el pecho al problema, porque el problema es nuestro, y es Colombia la que debe sufrir las consecuencias del apoyo velado -y a veces explícito- que Chávez le da a las FARC y a sus aliados políticos en Colombia.
Estados Unidos, por medio de sus representantes diplomáticos, ya han hecho las declaraciones que usted pide. Lo que no espero yo que pase, es que salga el mismo Obama a dar declaraciones sobre el particular porque es darle más importancia a Chávez de la que se le debe dar. Recuerde que estamos tratando con un dictador totalitario, con rasgos de personalidad narcicista y que cree que toda conspiración lo tiene como blanco y que el mundo moderno gira en torno suyo. Las declaraciones del Presidente de Estados Unidos solo lograrían darle más gasolina a su mente febril, y no, gracias. Así es suficiente.
De todas formas, le agradezco sus reflexiones, acertadas y mesuradas en un momento en el que se hacen muy necesarias.
Debería estar usted trabajando con Uribe. Le hace falta gente como usted.
Reciba un fuerte abrazo,
Alejandro León Cálad.