RAFAEL GUARÍN
Lo que está ocurriendo en el Partido Liberal solo se explica por desesperación electoral o ausencia de un acervo ideológico y político claro. Es muy difícil encontrar una explicación diferente al hecho de que ese partido caiga en tantas y tan profundas contradicciones.
La acción política de cualquier partido debe esforzarse por ser consistente, si con ella en realidad se busca convertirse en una alternativa de poder. En el caso liberal se ha ejercido la oposición con resultados bastante precarios, lo que se refleja en el bajísimo nivel de apoyo que registran las encuestas respecto a su candidato presidencial, cifra sin antecedente en los últimos 80 años. Pero la situación tiende a agravarse cuando el partido envía mensajes que ratifican que carece de fundamentos programáticos y que en su acción prima el antiuribismo sobre un proyecto político y una propuesta de modelo de sociedad.
Dos actuaciones recientes lo demuestran: La exhortación del expresidente Ernesto Samper de llevar al liberalismo a la izquierda, hoy colonizada por el Polo Democrático Alternativo, al tiempo que plantear una consulta interpartidista con Cambio Radical, es un absoluto absurdo. Pretende Samper que el liberalismo tiene coincidencias con el Partido Comunista Colombiano que mantiene en alto grado el control de la estructura del Polo, su consigna de la combinación de todas las formas de lucha y su favorabilidad a la acción violenta de los grupos armados ilegales (léase Farc y Eln), al tiempo que pretende un acuerdo político con la agrupación de Germán Vargas Lleras, que representa todo lo contrario.
Un segundo caso es el protagonizado por Rafael Pardo esta semana. Si bien tiene amplias facultades otorgadas por el Congreso Liberal para realizar contactos con miras a un acuerdo político que permita crear una “nueva mayoría”, su empleo no puede ser menos afortunado. Mientras se reúne y avanza en pactos con Cambio Radical, insiste en adelantar los mismos con el Polo Democrático.
La genial maniobra va a acabar con lo queda del liberalismo. La colectividad se sigue desinflando en medio del Polo y el Uribismo. El primero seguirá engullendo, cada vez más, a quienes se identifican con el ala de izquierda liberal, mientras el uribismo interpreta mucho mejor al 70% de miembros de ese partido, que sin dejar de sentirse liberales, prefieren las opciones que acompañan al gobierno.
Volviendo al principio, dicho escenario solo puede ser producto de la combinación de pánico electoral o vació programático. Aunque pienso que la razón de la inconsistencia liberal es peor: son los dos juntos, condimentado con una altísima dosis de antiuribismo. Así, nadie gana nunca una elección.
www.politicayseguridad.blogspot.com
Lo que está ocurriendo en el Partido Liberal solo se explica por desesperación electoral o ausencia de un acervo ideológico y político claro. Es muy difícil encontrar una explicación diferente al hecho de que ese partido caiga en tantas y tan profundas contradicciones.
La acción política de cualquier partido debe esforzarse por ser consistente, si con ella en realidad se busca convertirse en una alternativa de poder. En el caso liberal se ha ejercido la oposición con resultados bastante precarios, lo que se refleja en el bajísimo nivel de apoyo que registran las encuestas respecto a su candidato presidencial, cifra sin antecedente en los últimos 80 años. Pero la situación tiende a agravarse cuando el partido envía mensajes que ratifican que carece de fundamentos programáticos y que en su acción prima el antiuribismo sobre un proyecto político y una propuesta de modelo de sociedad.
Dos actuaciones recientes lo demuestran: La exhortación del expresidente Ernesto Samper de llevar al liberalismo a la izquierda, hoy colonizada por el Polo Democrático Alternativo, al tiempo que plantear una consulta interpartidista con Cambio Radical, es un absoluto absurdo. Pretende Samper que el liberalismo tiene coincidencias con el Partido Comunista Colombiano que mantiene en alto grado el control de la estructura del Polo, su consigna de la combinación de todas las formas de lucha y su favorabilidad a la acción violenta de los grupos armados ilegales (léase Farc y Eln), al tiempo que pretende un acuerdo político con la agrupación de Germán Vargas Lleras, que representa todo lo contrario.
Un segundo caso es el protagonizado por Rafael Pardo esta semana. Si bien tiene amplias facultades otorgadas por el Congreso Liberal para realizar contactos con miras a un acuerdo político que permita crear una “nueva mayoría”, su empleo no puede ser menos afortunado. Mientras se reúne y avanza en pactos con Cambio Radical, insiste en adelantar los mismos con el Polo Democrático.
La genial maniobra va a acabar con lo queda del liberalismo. La colectividad se sigue desinflando en medio del Polo y el Uribismo. El primero seguirá engullendo, cada vez más, a quienes se identifican con el ala de izquierda liberal, mientras el uribismo interpreta mucho mejor al 70% de miembros de ese partido, que sin dejar de sentirse liberales, prefieren las opciones que acompañan al gobierno.
Volviendo al principio, dicho escenario solo puede ser producto de la combinación de pánico electoral o vació programático. Aunque pienso que la razón de la inconsistencia liberal es peor: son los dos juntos, condimentado con una altísima dosis de antiuribismo. Así, nadie gana nunca una elección.
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