Publicado en El Nuevo Herald de Miami el 9 de agosto de 2012
RAFAEL GUARIN
Según el presidente Juan Manuel Santos, Hugo Chávez, su “nuevo mejor amigo” experimentó un verdadero milagro: su transformación en aliado de Colombia contra las FARC. Esa visión celestial hizo que descartara el acuerdo de cooperación militar con EEUU y decidiera convertirse en un apóstol que testifica que Chávez ya no es el peligroso cómplice del narcoterrorismo que antes denunciaba, sino un firme aliado en su combate.
La realidad es muy diferente. La intensificación de los ataques de las FARC a lo largo de la frontera entre Colombia y Venezuela: Arauca, La Guajira, El Catatumbo, grita lo que se quiere callar: que el territorio venezolano sigue siendo un santuario para el terrorismo.
Aprovechando eso, la guerrilla logró reconstruir su capacidad violenta y sigue contando con una retaguardia estratégica, una gabela que le permitirá sobrevivir indefinidamente. En haciendas deambulan sus jefes que utilizan ese territorio como plataforma de lanzamiento de ataques contra objetivos en Colombia. Tras los atentados regresan a sus refugios. ¿Quién puede desarticular a esas bandas en tales condiciones?
Ante la masacre de 12 soldados en mayo pasado, perpetrada por más de 70 guerrilleros, el comandante del Ejército, Sergio Mantilla, no dudó en afirmar que “lo que sabemos es que este frente de las FARC salió de Venezuela para atacar a los uniformados y posteriormente huyó de nuevo hacia el vecino país’’.
Inmediatamente Chávez salió a hacer lo suyo y Santos corrió a validarlo. El camarada exclamó: “no vamos a permitir incursiones de ninguna fuerza armada, sea cual sea su naturaleza, en territorio venezolano’’. Y dramatizó al ordenar el envío de brigadas para buscar a los supuestos guerrilleros. ¡Claro! ¡Como era obvio! Tres meses después no ha encontrado ni uno solo, pero los ataques aumentan desde Venezuela a Colombia. No es raro, tampoco detecta guerrilleros en el barrio 23 de enero de Caracas, un fuerte de la revolución bolivariana y centro de operaciones de las FARC donde se dan el lujo de bautizar una plaza con el nombre de Manuel Marulanda.
El ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón, apenas se atreve a susurrar que “los cabecillas de las FARC no están en el país”. Así no lo diga, más que nadie sabe que no están rotos los vínculos FARC – Chávez y menos que éste sea un aliado en su persecución, también que Timochenko e Iván Márquez están en Venezuela y que Joaquín Gómez se ha movido por territorio ecuatoriano.
Recientemente el ministro indicó que las FARC y el ELN “cuentan con la ventaja de una frontera porosa que seguramente les permite movilizarse con cierta confianza’’; pero la confianza no proviene de lo poroso de la frontera sino de la ausencia de voluntad de Chávez de combatirlas. Su gobierno fue el único que en el 2011 nunca aceptó acordar un plan binacional de seguridad fronteriza con Colombia, a diferencia de Brasil, Perú, Panamá e inclusive Ecuador, con el que se llegaron a suspender las relaciones. Los funcionarios chavistas no aceptan que se toque el tema de las FARC y menos brindar ayuda.
Tal resistencia no es sólo de Chávez sino del aparato que ha construido. Por algo el Departamento del Tesoro de los EEUU ya suma siete altos funcionarios de Venezuela en la lista de individuos a los que se les relaciona con las FARC, el tráfico de drogas y armas, entre los cuales están hombres claves de la revolución bolivariana como el exministro Rodríguez Chacín y el director de inteligencia militar, general Hugo Carvajal.
Lo que se muestra como efectiva cooperación de la dupla Santos -Chávez es la captura en el aeropuerto de Caracas y posterior extradición de Joaquín Pérez Becerra, miembro de la red internacio nal de las FARC, pero se olvida un detalle determinante: este terrorista fue capturado cuando Chávez esperaba con ansiedad que Santos no entregara a los EEUU, sino a él, al mafioso Walid Makled, una auténtica caja de Pandora que guarda todos los secretos de las relaciones de su régimen con el narcotráfico.
Preguntas que deberían hacerse: ¿Por qué Chávez entrega solo miembros de bandas criminales y uno que otro guerrillero raso, pero no extradita al jefe terrorista Julián Conrado, que ha sido solicitado al menos 12 veces por la fiscalía colombiana y que está recluido en una unidad militar? ¿Por qué no extradita al fundador de las FARC alias Marquetaliano quien es acusado del secuestro y asesinato en febrero de 1999 de los tres indigenistas norteamericanos Terence Freitas, Ingrid Washinawatok y Laheenae Gay? ¡Qué bueno que el presidente Obama exigiera dicha extradición!
Ex viceministro de Defensa, Colombia.
Twitter @RafaGuarin
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