ROMÁN ORTIZ*
EL TIEMPO
21 de FEBRERO DE 2009
Desde hace cuatro décadas, las Farc someten al país al mismo ritual sangriento.
El asesinato del gobernador del Caquetá, Luis Francisco Cuéllar, el pasado diciembre, y el intento de secuestrar al candidato a la gobernación de Guaviare, José Alberto Pérez, hace pocos días, son parte de un patrón de comportamiento bien conocido. Sin embargo, esta vez, la situación interna de la organización y el escenario estratégico al que se enfrenta resultan excepcionales. Los próximos meses serán una prueba decisiva para la ruta estratégica por la que 'Alfonso Cano' ha escogido conducir a las Farc. También serán la primera muestra de la forma que podría tomar el conflicto interno en el futuro.
Lo cierto es que las Farc se encuentran sumidas en una crisis sin precedentes. No solamente han perdido la mitad de los combatientes con que contaban a finales de los 90 (de 17.000 a poco más de 8.000) sino que estructuras completas de la organización han dejado de operar o se encuentran casi colapsadas. Todo ello sin olvidar que la cúpula del grupo presenta fisuras en la medida en que el 'Mono Jojoy' y el propio 'Cano' se encuentran aislados en el interior del país mientras 'Iván Márquez' o Timoleón Jiménez aprovechan su libertad de movimientos en el interior del territorio venezolano para ganar influencia sobre la organización.
En estas circunstancias, el futuro de 'Cano' como cabeza de la guerrilla depende de que pueda presentar éxitos dentro de sus filas. Desde su ascenso a la cúpula del grupo armado, el líder de las Farc ha buscado transformar la organización, haciéndola perder su perfil de ejército irregular para darle un carácter más clandestino, a la usanza de grupos terroristas como ETA. Para ello, la primera condición es cambiar el "Plan estratégico para la toma del poder" que ha permanecido como guía del accionar de las Farc desde su aprobación hace más de 25 años. Sin embargo, para dar un paso que supone abandonar el legado de 'Manuel Marulanda', 'Cano' necesita fortalecer su prestigio dentro del grupo. En este sentido, el liderazgo de la guerrilla parece tener poderosos incentivos para intensificar los ataques terroristas.
Sin embargo, la estrategia de las Farc está atrapada en una encrucijada. Con su capacidad armada muy disminuida, el grupo parece atrapado en un dilema. Por un lado, lanzar acciones terroristas indiscriminadas que incrementarán su rechazo social y marginación política. Por otra parte, conformarse con ataques de pequeña envergadura que lo dejarán reducido a un actor irrelevante. Las posibles salidas de esta disyuntiva permiten vislumbrar hacia dónde podría dirigirse el escalamiento de la organización.
Para empezar, puede recurrir al empleo de armas especiales, como misiles tierra-aire. Recientemente, se conoció una transacción entre las Farc y traficantes de armas peruanos que habría implicado la entrega de 7 de estos sistemas de los modelos Strela-2 o Igla-1. Al mismo tiempo, la adquisición por Venezuela de más de 200 de los más modernos Igla-S deja entreabierta la posibilidad de que algunas de estas armas terminen cayendo en manos de la guerrilla. Sea como sea, si las Farc consiguen algunos misiles podrían dislocar temporalmente las operaciones aéreas de las Fuerza Pública.
Por otra parte, la guerrilla podría apostar por dirigir sus ataques contra la infraestructura civil. Desde luego, esta no es una táctica nueva; pero conviene no olvidar el enorme impacto social que pueden tener estas acciones. Ahí está, por ejemplo, el ataque contra el sistema de acueducto de Villavicencio el pasado marzo, que dejó a medio millón de personas sin agua potable durante más de una semana.
Finalmente, esta la opción del magnicidio. Los ataques contra los líderes de Caquetá y Guaviare son solo una demostración de la voluntad de las Farc en este sentido. A medida que discurra la campaña electoral, es previsible que la organización intensifique sus intentos criminales contra miembros destacados de los sectores políticos, empresariales e intelectuales del país.
Más allá del futuro que le espere a la estrategia de 'Cano' para este periodo electoral, lo cierto es que tanto las ideas de la nueva cúpula guerrillera como el impacto de la actual campaña de seguridad están provocando una transformación sustancial de las Farc.
Así, los vínculos entre las estructuras armadas de la guerrilla -columnas, compañías, etc. - y las milicias de apoyo están cambiando radicalmente. Las formaciones de combate están perdiendo efectividad y tornándose débiles.
Al mismo tiempo, las redes de milicianos integradas por colaboradores clandestinos están cobrando importancia no solo porque proporcionan un apoyo logístico y una información que resulta clave, sino también debido a que actúan como estructuras de control social que mantienen el poder subterráneo de la organización en zonas que formalmente han sido liberadas de la guerrilla. De hecho, en áreas de Meta, Caquetá, Huila, Nariño y otros departamentos, las milicias amedrentan a la población, impiden la colaboración de los ciudadanos con la Fuerza Pública, realizan un número creciente de acciones terroristas y frenan la consolidación de la seguridad.
Este aumento de la importancia de las redes de milicianos es en buena medida un producto de la propia decadencia de las Farc. Incapaces de mantener unidades armadas de manera permanente, los grupos terroristas sometidos a la presión de las fuerzas gubernamentales -desde Sendero Luminoso en Perú hasta los grupos islamistas en Argelia- suelen transformarse en estructuras clandestinas más pequeñas y menos vulnerables. En cualquier caso, esta mutación presenta enormes desafíos de seguridad.
La desarticulación y judicialización de estas redes resulta muy compleja. No solamente necesita de un sustancial esfuerzo de inteligencia, sino que también obliga a contar con jueces y fiscales especializados protegidos de las amenazas de los terroristas.
Entre tanto, los vínculos de las Farc con las Bandas Criminales Emergentes (Bacrim) están dando un respiro financiero al grupo. De hecho, alianzas como las que vinculan al Bloque Noroccidental de la guerrilla con la banda de 'Los Rastrojos' o al Frente 43 con el grupo criminal de Pedro Oliveiro Guerrero, 'Cuchillo' han permitido a la organización mantener activas sus redes de tráfico de droga. De este modo, la conexión con las Bacrim se ha convertido en una pieza clave de la infraestructura logística de las Farc. Un hecho que pone de relieve cómo la derrota de la guerrilla necesita de una estrategia efectiva contra las bandas al servicio del narcotráfico.
De este modo, la larga guerra del Estado contra las Farc está a las puertas de una nueva etapa. Más allá de la previsible escalada durante el periodo electoral, lo cierto es que las Farc están en trance de sufrir un cambio esencial. Frustrado su sueño de construir un ejército irregular, la organización está mutando hacia un conjunto de redes clandestinas conectadas al narcotráfico que apuestan por el terrorismo como única herramienta para compensar su debilidad. Se trata de un enemigo más pequeño; pero que todavía conserva una enorme capacidad de desestabilización. Este es uno de los principales retos de seguridad que tendrá que confrontar el nuevo gobierno de la república.
*Profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes y Director del Área de Análisis del Grupo Triarius
EL TIEMPO
21 de FEBRERO DE 2009
Desde hace cuatro décadas, las Farc someten al país al mismo ritual sangriento.
El asesinato del gobernador del Caquetá, Luis Francisco Cuéllar, el pasado diciembre, y el intento de secuestrar al candidato a la gobernación de Guaviare, José Alberto Pérez, hace pocos días, son parte de un patrón de comportamiento bien conocido. Sin embargo, esta vez, la situación interna de la organización y el escenario estratégico al que se enfrenta resultan excepcionales. Los próximos meses serán una prueba decisiva para la ruta estratégica por la que 'Alfonso Cano' ha escogido conducir a las Farc. También serán la primera muestra de la forma que podría tomar el conflicto interno en el futuro.
Lo cierto es que las Farc se encuentran sumidas en una crisis sin precedentes. No solamente han perdido la mitad de los combatientes con que contaban a finales de los 90 (de 17.000 a poco más de 8.000) sino que estructuras completas de la organización han dejado de operar o se encuentran casi colapsadas. Todo ello sin olvidar que la cúpula del grupo presenta fisuras en la medida en que el 'Mono Jojoy' y el propio 'Cano' se encuentran aislados en el interior del país mientras 'Iván Márquez' o Timoleón Jiménez aprovechan su libertad de movimientos en el interior del territorio venezolano para ganar influencia sobre la organización.
En estas circunstancias, el futuro de 'Cano' como cabeza de la guerrilla depende de que pueda presentar éxitos dentro de sus filas. Desde su ascenso a la cúpula del grupo armado, el líder de las Farc ha buscado transformar la organización, haciéndola perder su perfil de ejército irregular para darle un carácter más clandestino, a la usanza de grupos terroristas como ETA. Para ello, la primera condición es cambiar el "Plan estratégico para la toma del poder" que ha permanecido como guía del accionar de las Farc desde su aprobación hace más de 25 años. Sin embargo, para dar un paso que supone abandonar el legado de 'Manuel Marulanda', 'Cano' necesita fortalecer su prestigio dentro del grupo. En este sentido, el liderazgo de la guerrilla parece tener poderosos incentivos para intensificar los ataques terroristas.
Sin embargo, la estrategia de las Farc está atrapada en una encrucijada. Con su capacidad armada muy disminuida, el grupo parece atrapado en un dilema. Por un lado, lanzar acciones terroristas indiscriminadas que incrementarán su rechazo social y marginación política. Por otra parte, conformarse con ataques de pequeña envergadura que lo dejarán reducido a un actor irrelevante. Las posibles salidas de esta disyuntiva permiten vislumbrar hacia dónde podría dirigirse el escalamiento de la organización.
Para empezar, puede recurrir al empleo de armas especiales, como misiles tierra-aire. Recientemente, se conoció una transacción entre las Farc y traficantes de armas peruanos que habría implicado la entrega de 7 de estos sistemas de los modelos Strela-2 o Igla-1. Al mismo tiempo, la adquisición por Venezuela de más de 200 de los más modernos Igla-S deja entreabierta la posibilidad de que algunas de estas armas terminen cayendo en manos de la guerrilla. Sea como sea, si las Farc consiguen algunos misiles podrían dislocar temporalmente las operaciones aéreas de las Fuerza Pública.
Por otra parte, la guerrilla podría apostar por dirigir sus ataques contra la infraestructura civil. Desde luego, esta no es una táctica nueva; pero conviene no olvidar el enorme impacto social que pueden tener estas acciones. Ahí está, por ejemplo, el ataque contra el sistema de acueducto de Villavicencio el pasado marzo, que dejó a medio millón de personas sin agua potable durante más de una semana.
Finalmente, esta la opción del magnicidio. Los ataques contra los líderes de Caquetá y Guaviare son solo una demostración de la voluntad de las Farc en este sentido. A medida que discurra la campaña electoral, es previsible que la organización intensifique sus intentos criminales contra miembros destacados de los sectores políticos, empresariales e intelectuales del país.
Más allá del futuro que le espere a la estrategia de 'Cano' para este periodo electoral, lo cierto es que tanto las ideas de la nueva cúpula guerrillera como el impacto de la actual campaña de seguridad están provocando una transformación sustancial de las Farc.
Así, los vínculos entre las estructuras armadas de la guerrilla -columnas, compañías, etc. - y las milicias de apoyo están cambiando radicalmente. Las formaciones de combate están perdiendo efectividad y tornándose débiles.
Al mismo tiempo, las redes de milicianos integradas por colaboradores clandestinos están cobrando importancia no solo porque proporcionan un apoyo logístico y una información que resulta clave, sino también debido a que actúan como estructuras de control social que mantienen el poder subterráneo de la organización en zonas que formalmente han sido liberadas de la guerrilla. De hecho, en áreas de Meta, Caquetá, Huila, Nariño y otros departamentos, las milicias amedrentan a la población, impiden la colaboración de los ciudadanos con la Fuerza Pública, realizan un número creciente de acciones terroristas y frenan la consolidación de la seguridad.
Este aumento de la importancia de las redes de milicianos es en buena medida un producto de la propia decadencia de las Farc. Incapaces de mantener unidades armadas de manera permanente, los grupos terroristas sometidos a la presión de las fuerzas gubernamentales -desde Sendero Luminoso en Perú hasta los grupos islamistas en Argelia- suelen transformarse en estructuras clandestinas más pequeñas y menos vulnerables. En cualquier caso, esta mutación presenta enormes desafíos de seguridad.
La desarticulación y judicialización de estas redes resulta muy compleja. No solamente necesita de un sustancial esfuerzo de inteligencia, sino que también obliga a contar con jueces y fiscales especializados protegidos de las amenazas de los terroristas.
Entre tanto, los vínculos de las Farc con las Bandas Criminales Emergentes (Bacrim) están dando un respiro financiero al grupo. De hecho, alianzas como las que vinculan al Bloque Noroccidental de la guerrilla con la banda de 'Los Rastrojos' o al Frente 43 con el grupo criminal de Pedro Oliveiro Guerrero, 'Cuchillo' han permitido a la organización mantener activas sus redes de tráfico de droga. De este modo, la conexión con las Bacrim se ha convertido en una pieza clave de la infraestructura logística de las Farc. Un hecho que pone de relieve cómo la derrota de la guerrilla necesita de una estrategia efectiva contra las bandas al servicio del narcotráfico.
De este modo, la larga guerra del Estado contra las Farc está a las puertas de una nueva etapa. Más allá de la previsible escalada durante el periodo electoral, lo cierto es que las Farc están en trance de sufrir un cambio esencial. Frustrado su sueño de construir un ejército irregular, la organización está mutando hacia un conjunto de redes clandestinas conectadas al narcotráfico que apuestan por el terrorismo como única herramienta para compensar su debilidad. Se trata de un enemigo más pequeño; pero que todavía conserva una enorme capacidad de desestabilización. Este es uno de los principales retos de seguridad que tendrá que confrontar el nuevo gobierno de la república.
*Profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes y Director del Área de Análisis del Grupo Triarius
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