Lo invito a que debatamos en twitter @RafaGuarin
Un grupo de 30 soldados es expulsado por movilización indígena
Publicado en Semana.com el 24 de julio de 2012
RAFAEL GUARÍN - Twitter @RafaGuarin
En medio de
la gravísima crisis de seguridad en Cauca el Comandante de las FFMM, General
Alejandro Navas, dijo: “No nos cabe la
menor duda que esta es la guerra de masas de las FARC, empleando a los
indígenas y a la población campesina como escudos“. Empero, la explicación gubernamental
es que los permanentes ataques indican el éxito de las operaciones de bloqueo
de corredores estratégicos para la guerrilla y el narcotráfico. Es decir, la
escalada violenta lo que prueba es que se están haciendo las cosas bien.
En realidad pareciera que no se comprende lo que está pasando. Todas las declaraciones y acciones, incluido el Plan Espada de Honor que lleva 7 meses de ejecución demuestran que solo se ve el árbol pero no el bosque. Insistir en que todo es simplemente una respuesta a las operaciones militares sirve como recurso de propaganda pero también para insistir en una estrategia equivocada para enfrentar a las FARC en esa zona del país.
Tal diagnóstico solo puede llevar a repetir las mismas
fórmulas: dar de baja objetivos de alto valor, operaciones beta de bombardeo sobre
zonas campamentarias de los terroristas, control militar de áreas,
identificación y judicialización de integrantes de milicias, control de
corredores estratégicos, ingreso a zonas de retaguardia, etc. Sin duda, tales
acciones son importantes en el norte del Cauca y deben ejecutarse, pero el
problema es que a pesar de que han dado parcialmente resultado y que se pueden hacer
mejor, no transformaran favorablemente el escenario de la confrontación y, por
el contrario, pueden agudizarlo.
¿Cuál es la razón de semejante planteamiento? Primero, la
guerra cambió y drásticamente. No sólo porque las FARC se redujo en poco más de
50% en su elemento encuadrillado, la asimetría militar a favor del Estado es enorme,
el grupo está aislado de los grandes centros de desarrollo económico y no tiene
capacidad para realizar grandes operaciones, sino porque también ha sido capaz
de adaptarse a esa nueva realidad.
En la guerra irregular las cosas no son como parecen,
mucho menos si se tiene en cuenta que es fundamentalmente política y cuando se
emplea con una eficaz acción de desgaste. Las estadísticas que muestran una
guerrilla debilitada, marginal y objeto de duros reveses conducen en primera
instancia a pensar que se está cerca de pasar la página y puede llevar a
valoraciones estratégicas equivocadas. Pues no. No es así. La guerrilla se
dedicó a descifrar la estrategia militar del Estado y diseñó una respuesta que
no es más que enfatizar en los principios más elementales de la guerra de
guerrillas y de la combinación de todas las formas de lucha.
Y le está dando resultado. La fórmula contrainsurgente
clásica de presión militar y aislamiento político se desmorona. En lo político Cano
y Timochenko supieron conducir al gobierno a la idea de que están cerca de
decidir el abandono de la violencia, al punto que lo llevaron a reformar la
Constitución con el llamado Marco Jurídico para la Paz que le da impunidad a
los crímenes de lesa humanidad y de guerra que han cometido y cometan en el
futuro los integrantes de las FARC, con lo cual, de paso, los legitiman como
medios válidos de acción política. El propio Presidente Santos se encargó de
romper el aislamiento político.
Y en materia militar han respondido con tino. Si bien
el grupo concentra sus acciones y presencia en cerca de 10 “madrigueras”, lo
cierto es que la extensión de éstas en algunos casos es enorme, solo basta
mirar el teatro de operaciones de la Fuerza de Tarea Conjunta Omega que
comprende territorios de tres departamentos.
Por otro lado, el momento de la guerra hace que las FARC
no intenten controlar con sus guerrillas zonas amplias del territorio de la
forma en que lo hacían en los años noventa, tampoco repetir ataques como los de
Las Delicias o El Billar. Ante la pérdida de esa capacidad construyeron
mecanismos de control social más eficaces ligados a las milicias y al Partido
Comunista Clandestino PC3, que hacen que a pesar que en algunas zonas el
Ejército haya llegado hace bastante tiempo se mantengan bajo la influencia de
la guerrilla. De nuevo, el trabajo de masas es la respuesta.
Dada la asimetría militar, la guerra de desgaste y el
planteamiento táctico y estratégico adoptado no requieren tener un número de
miembros en su aparato armado igual al de hace una década. Más aún, es posible
que sea más eficiente tener hoy ese mismo número pero distribuido entre
encuadrillados y milicianos. Claro, por el momento.
Esa adaptación de FARC se traduce en el Plan Renacer
Revolucionario de las Masas. Se tiende a identificarlo con el aumento de uso de
artefactos explosivos improvisados, francotiradores, pequeñas unidades
tácticas, pisa suaves, acciones de avasallamiento y mayor importancia a las
milicias, pero se olvida el apellido del plan: “masas” y que la respuesta
siempre será en el marco de la combinación de las formas de lucha.
El Cauca demuestra como en ningún otro caso en
Colombia la implementación adecuada de ese concepto. Se trata de neutralizar la
superioridad militar del Estado con los recursos mencionados, pero, y aquí está
la innovación, con movilización popular. Si bien las FARC siempre han tenido
claro que el trabajo de masas es decisivo, solo hasta ahora logran llegar a
este nivel de implementación, a través de la infiltración y manipulación
clandestina del movimiento indígena.
Lo que pasa en Cauca no es una cuestión circunstancial
ni la respuesta desesperada a las operaciones militares, menos resultado de la
improvisación. Es más, mucho más: una elaborada estrategia política, apalancada
en la violencia, que recoge en su diseño el aprendizaje de experiencias
anteriores en la misma zona y en otros lugares del país. Empieza por un eficaz
esfuerzo de infiltración para impulsar e incidir en la conducción de las
grandes movilizaciones campesinas e indígenas en los últimos años, al igual que
comprende el apoyo a través de diversos aparatos, desde juntas de acción
comunal, ongs y sindicatos, a lo que se denomina el proceso del sur occidente
colombiano, con el que pretenden articular todo el trabajo que realizan en
Nariño, Cauca y el Valle.
El papel del PC3, el Movimiento Bolivariano y las
Milicias es decisivo. Es la manipulación de las masas, armonizada
convenientemente con las acciones violentas, la que pone en jaque la política
de seguridad. Las FARC aprenden más
rápido que el Estado y avanzan ya en la implementación en otras regiones de las
lecciones extraídas del laboratorio del Cauca.
Las reglas de la guerra revolucionaria enseñan que es
posible que una fuerza inferior derrote a una superior y que es posible cambiar
la correlación de fuerza a favor de la primera a través de la movilización de
recursos militares y sociales. También, que tales recursos se emplean de
acuerdo a la relativa correlación de fuerzas, así, entre más fuerte sea el
Estado más dispersión debe existir. La habilidad ahora es que esa conducta en
el plano militar la complementan con la utilización de lo que llaman “recursos
sociales” para conseguir neutralizar la asimetría militar. La demostración es
la expulsión de soldados con palos y machetes en puntos del departamento del
Cauca. Ante esa maniobra las capacidades militares no se pueden emplear, pues
hacerlo justificaría el discurso legitimador de la violencia de FARC, le
quitaría legitimidad al Estado mientras se la otorga a los terroristas.
¡Hay que reconocerlo! La fuerza pública perdió en el
norte del Cauca su carácter disuasivo. Si Militares y policías tuvieran el
respeto de los indígenas estos no se hubieran atrevido a humillarlos en la
forma que lo hicieron. La autoridad de las FFMM y de la Policía para
restablecer el orden y garantizar la convivencia quedó en entredicho. Lo que
ahora sorprendió e indignó puede ser una imagen constante en el futuro y un
mecanismo eficaz para hacer inútil la superioridad militar del Estado.
Hay que repensar la victoria sobre el terrorismo. Solo
un nuevo enfoque permitirá ganar en el Cauca. Tropa, más tropa y más tropa no
resolverá absolutamente nada. Se necesita una nueva ecuación. Control
territorial no es solo despliegue del poder coercitivo del Estado, es construcción
de legitimidad democrática y de estado de derecho, base de un Estado fuerte.
Eso solo se consigue volcando las instituciones estatales, creando una nueva
narrativa basada en hechos concretos que despierten apoyo del pueblo Nasa. El
trabajo de masas de las FARC exige responder con un intenso trabajo de masas
desde la democracia, haciendo política, buena política, y ganando credibilidad.
Es esa la guerra que se debe ganar en el Cauca, la guerra por la legitimidad.
En el
Comando General de las FFMM se expidió el plan de guerra pero eso es solo una
herramienta de la contrainsurgencia. El problema no está tanto en el sector
defensa, como en la conducción política de la guerra que incluye la definición
del objetivo político al igual que la coordinación de todas las instancias del
Estado, conforme a una estrategia nacional contra las FARC, donde lo militar es
solo un punto y no el esencial en este momento. Es esa estrategia la que no
existe.
*Exviceministro
de Defensa Nacional. Autor del libro Paz Justa.
Vaya a la página principal: www.politicayseguridad.blogspot.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario