miércoles, febrero 13, 2013

MARCOS PECKEL: El desafío norcoreano


El Espectador. 13 de febrero 2013

Por tercera vez y a pesar de todas las advertencias, Corea del Norte realizó un tercer ensayo nuclear subterráneo que se agrega a los llevados a cabo en 2006 y 2009. Ya en diciembre pasado el régimen de Pyongyang había realizado el lanzamiento de un misil balístico transcontinental. Ambos hechos han sido profusamente condenados por la comunidad internacional, por el Consejo de Seguridad y por las principales potencias que ven en estos actos una clara provocación y una amenaza a la precaria estabilidad regional.
¿Qué impulsa a este país que no puede alimentar a su población, la mayoría de la cual ni siquiera tiene luz eléctrica, a desafiar de tal manera a la comunidad internacional?
Para el joven gobernante Kim Jong Un que asumió el poder hace poco más de un año, tras la muerte de su padre, Kim Jong Il, estos hechos le sirven para consolidar su poder frente a los estamentos militares y del partido comunista que controlan el país y se agregan a las fuertes purgas que ha llevado a cabo en las filas de partido y Ejército, el endurecimiento de las restricciones a los medios electrónicos y la declaración constitucional por él introducida que “Corea del Norte es un país con armas atómicas”.

En el plano externo, a Corea del Norte que por años ha sufrido sanciones y aislamiento, el ensayo le sirve para flexionar músculo militar aumentando su poder de disuasión frente a Estados Unidos, Japón y otros países. Importante además para el régimen norcoreano el prestigio que otorga el ser miembro del exclusivo ‘club nuclear’ y demostrar al mundo su capacidad tecnológica.

Los ensayos norcoreanos demuestran una vez más la ineficacia del régimen de sanciones para prevenir que países actúen por fuera del ‘consenso internacional’ y que cuando un régimen está determinado a obtener armas atómicas como un supremo propósito de seguridad nacional, no hay herramientas en el sistema internacional que puedan evitarlo.

China que ha sido un aliado fiel de Corea del Norte, condenó igualmente el reciente ensayo nuclear, sin embargo no permitirá que se apriete demasiado al régimen, temiendo que un colapso del Estado empuje a millones de refugiados coreanos a territorio chino. Adicionalmente Pekín, involucrado en un complejo ajedrez geopolítico regional con Estados Unidos, Japón y Corea del Sur, no va a entregar a Pyongyang a sus enemigos, por lo que Kim Jong Un no tiene mucho que temer como consecuencia de su osadía atómica. Sin embargo en el mes de marzo un nuevo liderazgo en cabeza de Xi Jinping asume el poder en China y podría asumir una posición menos tolerante hacia Pyongyang y sus constantes provocaciones.

Entretanto los Ayatolas en Teherán, que también sufren fuertes sanciones, se deleitan con el espectáculo y anticipan el día que ellos realicen también su ensayo nuclear o por lo menos obtengan la capacidad, si es que no la poseen ya, de construir en poco tiempo armas atómicas, lo que significaría el lánguido final del tratado de no proliferación. Podría por otro lado Teherán, aprovechando el ensayo coreano, extraer valiosas concesiones políticas, diplomáticas y económicas de Occidente para detener su programa bélico nuclear.

El ensayo atómico coreano envalentona a los que en Jerusalem y Washington claman por una acción militar contra las centrales nucleares iraníes, aludiendo la ineficiencia de la diplomacia y las sanciones.

Otro desafío al gelatinoso sistema internacional que parece no encontrar el camino, ni en Siria, ni en Irán, ni en Corea, ni en otros lugares de este atribulado planeta.

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