jueves, enero 24, 2008

RECOMENDADO

Gustavo Duncan
MALAS NOTICIAS
Enero 24 de 2008
El País - Cali

Ser portador de malas noticias siempre es una labor ingrata, porque se confunde al mensajero con la desgracia. A raíz de las victorias del Ejército y de la torpeza política con que las Farc han manejado la liberación de los secuestrados, se ha difundido un aire de optimismo sobre el final del conflicto colombiano. Se cree que es posible una victoria militar sobre la guerrilla y se habla ya de una iniciativa de las fuerzas armadas, conocida como 'el fin del fin'.

Si bien los avances militares han sido proverbiales en el gobierno Uribe y han puesto a las Farc en los bordes del territorio poblado, la salida definitiva al conflicto aún está lejana. En primer lugar, no hay señales de una desmoralización masiva en la guerrilla, que lleve a una deserción generalizada de la tropa y a una derrota definitiva o a una negociación ante la contundencia de los hechos. Es casi seguro que las Farc guardan una fuerza superior a los 10.000 hombres, capaces, en cualquier momento en que se 'afloje' la contención militar, de perturbar la estabilidad política, económica y social de las zonas desarrolladas de Colombia. De allí la importancia de continuar con una política de seguridad fuerte en materia antisubversiva, llámese Seguridad Democrática o como le quiera poner cualquier gobierno de oposición.

En segundo lugar, el problema de las Farc continuará mientras exista una base social de cocaleros en las periferias habitadas de Colombia. La solución del conflicto no es una cuestión dicotómica entre victoria militar o salida negociada. Creo que el conflicto va para más largo, porque su fin depende de una variable más contundente. Me refiero a la capacidad del Estado de transformar los órdenes sociales en muchas partes del territorio que son dependientes de las economías de la droga y de la regulación por actores armados no estatales.

El día que el Estado sea capaz de incluir la población cocalera en zonas donde primen las economías lícitas y las relaciones sociales propias de una sociedad moderna, las Farc se quedarán sin cimientos. En una columna previa advertí que la transformación del orden social favorable a las Farc pasa por dos estrategias. O se reubican los colonos y campesinos de frontera en zonas internas o se desarrollan las sociedades de frontera. La primera opción es más costosa en recursos y en decisiones políticas, pero toma tiempos mucho más extensos. Hasta ahora la decisión de la sociedad colombiana ha sido la segunda: la de postergar en el tiempo la inclusión de la población de frontera a través del desarrollo de esos territorios y por eso tendremos Farc y conflicto para rato.

La prueba de que la modernización de zonas dependientes del narcotráfico es un proceso complejo es que aun en municipios cercanos a grandes centros poblados como Pereira, el narcotráfico continúa siendo el principal factor de poder local. Conozco un caso en que el capo del pueblo fue capturado y está en camino de extradición. Al día de hoy, no hay nadie que sea capaz de controlar la delincuencia que surgió a partir de la ausencia de la principal figura de poder. También es sensible el deterioro de la situación económica y el desplazamiento de la base trabajadora hacia Pereira. Si eso es así en zonas del interior desarrollado del país, cómo será donde el orden social no tiene opción diferente a los mercados de la hoja de coca y al control de las Farc.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo en la urgencia de arrancar la base social cocalera, eso es un cuestionamiento a las políticas sociales como Familias Guardabosques, ¿Dónde está la rentabilidad social?

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