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El debate entre el expresidente Andrés Pastrana y el presidente Juan Manuel Santos no es una tormenta de un día. A pesar de la solidaridad del expresidente con el gobierno, desde que tímidamente éste último comenzó a dar pistas sobre su intención de abrir diálogos con las FARC se dedicó a criticar duramente el proceso de El Caguán.
En efecto, Santos para justificar el proceso de paz se dedicó a afirmar en todos los escenarios y tonos que no se estaban cometiendo lo que llama los errores de El Caguán. Una explicación que debe mortificar mucho a Pastrana, entre otras cosas, porque la idea de desmilitarizar 5 municipios con una extensión de 42.000 km cuadrados fue de Juan Manuel Santos, quien además, posteriormente, fue su ministro de hacienda y nunca expresó reservas sobre el proceso.
No será un disgusto conyuntural entre otras cosas porque la respuesta del ministro del interior, Fernando Carrillo, al expresidente terminó por arrojarlo a un camino con difícil retorno, con consecuencias políticas insospechadas.
Puede salir extremadamente costosa la decisión del gobierno de aplicar a Pastrana la misma fórmula que destina al expresidente Álvaro Uribe y a todos los sectores que discrepan del proceso con las FARC, al criminalizarlos con el calificativo de enemigos de la paz y mano negra. La satanización de la oposición o de las voces escépticas no solo divide al país, sino que en este caso tendrá necesariamente un impacto en el proceso electoral que se avecina.
La respuesta de Carrillo además dejó claro a la opinión pública que el calificativo de enemigo de la paz carece de sentido y que la mejor prueba es que se lo impongan a Pastrana, de quien se pueden decir muchas cosas menos que haya sido un guerrerista o un enemigo de la llamada "salida negociada".
Esto apenas comienza. El Partido Conservador que se siente maltratado por Santos y el creciente descontento en las filas del Partido de la U, en cabeza del presidente del Congreso, se puede transformar si las encuestas no favorecen al presidente en una desbandada. Es solo cuestión de tiempo. ¿Cómo los podría detener Santos después del mes de noviembre en que su jugosa chequera y burocracia quede neutralizada por la ley de garantías.
La cosa no está clara para Santos, ni aún firmando un documento de paz con las FARC. Y respuestas poco inteligentes de sus ministros le ayudan a enredar su ya complicada reelección.
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