jueves, octubre 18, 2012

PAZ JUSTA EN COLOMBIA




COLUMNA
Publicada el 18 de octubre de 2012

Rafael Guarín

Se inicia la segunda fase del proceso de paz. En Colombia hay esperanza, pero también mucho escepticismo.

A favor de que el proceso culmine con la disolución de FARC como aparato armado y violento está el hecho de que la agenda de negociación se redujo. En 1999 se acordaron 11 puntos programáticos que conducirían a fundar un “nuevo Estado”, mientras, ahora, la agenda es de solo 2 puntos. Si bien así es en el papel, en las ruedas de prensa los cabecillas de las FARC han agregado a sus demandas revisar los tratados de libre comercio, reformar las fuerzas militares para introducirles la doctrina bolivariana, negociar todo lo relacionado con minería y petróleo, al igual que modificar las instituciones democráticas. Si esos temas llegaran a la mesa en Cuba, las posibilidades de un Acuerdo de Paz se evaporan y quedaría en evidencia que las FARC estaban interesadas en dialogar pero no en negociar.


Prácticamente nada es suficiente para poder creer que las FARC en ésta oportunidad van a renunciar a la violencia. Las razones son múltiples: el grupo ha utilizado los procesos de paz como recurso para justificar su existencia, conseguir legitimidad y dividir a la sociedad colombiana. La paz como consigna de movilización, organización y agitación al servicio de su plan de guerra ha sido constante durante 30 años. Además, el proceso se inició sin la decisión del grupo de abandonar la violencia y deponer las armas, con lo cual se repite el error de los últimos 5 gobiernos. Con los diálogos las FARC han logrado romper el aislamiento político al que estaban sometidas y con la negociación buscan un cese bilateral de hostilidades, esto es, que detengan las operaciones militares y de policía en su contra, sin haber anunciado el abandono de las armas. Graves riesgo para la sociedad y gran oportunidad para fortalecerse militarmente.

Dos desafíos tiene un hipotético Acuerdo de Paz: sostenibilidad política, fundada en un consenso de todos los sectores de la sociedad, y sostenibilidad jurídica de lo pactado, sobre la base de no impunidad. Ambos sólo se pueden conseguir si el Acuerdo apuesta a una Paz Justa, esto es, a una paz que respete los derechos de las víctimas y satisfaga las exigencias de justicia. Hasta ahora el gobierno y las FARC parecen caminar en sentido contrario.

Profesor universitario y exviceministro de Defensa de Colombia


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