Aunque se ha dicho mucho sobre
el fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) frente al litigio
Nicaragua vs Colombia, aún no hay claridad sobre el camino que va a seguir el Gobierno
Santos.
En principio, lo obvio, sería acatar
el fallo, cumplirlo, en virtud de que se trata de una obligación que
soberanamente Colombia ha aceptado al ser parte del instrumento internacional
que le otorga jurisdicción y competencia a la CIJ, además de ser una
consecuencia elemental descrita en la Convención de Viena del Derechos de los
Tratados.
Eso implicaría entregar, en las
condiciones ordenadas por la Corte, la extensión de mar territorial indicada a
Nicaragua. ¡Muy difícil de imaginar! ¡Peor de realizar!
Esto es, digo, en principio. Difícil
otro camino, mucho más cuando Colombia se ha caracterizado por honrar el
derecho internacional. Pero, aunque difícil, es absolutamente imperativo
examinar todas las alternativas.
No puede ser diferente teniendo
en cuenta que se trata al menos de 75.000 kilómetros cuadrados perdidos, en una
zona en la cual el país ha ejercido a través de su historia en forma pacífica,
ininterrumpida y pública soberanía y jurisdicción.
Es una zona de gran riqueza
natural, peces, biodiversidad y recursos energéticos. Pero sobretodo, es un
territorio que tiene un gran significado para un país que ha venido perdiendo
parte de su extensión inicial con los vecinos. ¡Aún no olvidamos Panamá!
Pensar en no acatar el fallo es
casi un sacrilegio para Colombia. Empero, el Gobierno debe proceder, como se ha
manifestado, a estudiar con detalle y cuidado el alcance y justificación del
fallo. Evidentemente, hay elementos que parecieran indicar que en nombre de la
equidad se ha cometido una brutal arbitrariedad. De ser cierto, nuestra posición
inicial de respetar la sentencia debe traducirse necesariamente en una actitud
de intolerancia activa frente a la injusticia y el atropello.
La postura de Uribe
Álvaro Uribe planteó que "Colombia
tiene que hacer de cuenta que la sentencia no existe, hacer un esfuerzo que
traerá dificultades, tensiones, pero hay que hacerlo por los intereses
superiores de la patria”.
El expresidente advierte el costo
de una decisión en ese sentido. No es para nada sencillo. Cuando se desconoce
el derecho internacional y la resolución pacífica de las controversias, en este
caso, verificada con un fallo, nada ni nada menos, del máximo tribunal planetario, pues nos
arrojamos a un escenario donde es la fuerza la que determina la relación con
Nicaragua.
En ese escenario, para ser más
directo, tendremos que asumir el
fantasma de las fricciones y estar dispuestos al riesgo de episodios bélicos,
con la absurda situación de presentársenos en el mundo, derivado de la
sentencia, como quienes nos ponemos al margen del derecho y las instituciones
internacionales.
El problema no es sólo con
Nicaragua, sino potencialmente con los miembros de El Alba, con terceras
potencias que hipotéticamente deseen realizar proyectos de exploración y explotación
petrolera en la zona.
Implicará aumentar el gasto
militar ahora para fortalecer la Armada Nacional y la Fuerza Área, también mayor
dependencia de Colombia respecto a los Estados Unidos de América en la medida
que se debe intentar asegurar el veto del gobierno de esa nación a una posible
reacción frente a Colombia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas por
el desconocimiento de la sentencia y el peligro para la estabilidad, la
seguridad y la paz de la región.
En sentido ideológico contrario,
aumentaría la dependencia creciente con relación a la revolución bolivariana,
ahora no sólo por que Chávez supuestamente tiene la llave de la paz, sino
porque resulta indispensable para evitar una arremetida de un grupo de Estados
contra Colombia.
¡En fin, todo un desafío!
Si se quiere mantener dicho
territorio no hay otra alternativa. ¡En eso el expresidente Uribe tiene las cosas
claras!
La cuestión es: ¿estamos
dispuestos a adoptar tal decisión?
Asumida, no tengo duda que se pueden manejar los desafíos que ésta suscita, eso sí, con un país unido, activo respaldo ciudadano y con una política que tenga criterio estratégico.
Lo dicho por el Presidente Santos
¡Por su parte el presidente
Santos en un discurso para la galería dijo y se contradijo!
En su afán de mostrar fortaleza
frente a un país decepcionado, al tiempo que consciente de las limitaciones de
su posición, apostó por decir que se emplearán todos los mecanismos legales
existentes contra el fallo, que en realidad no existen, pues este es
inapelable. Según el mandatario: “no vamos a descartar ningún recurso o
mecanismo que nos conceda el derecho internacional para defender nuestros
derechos”.
Para completar dice que rechaza
parte del fallo, con lo cual el mundo no
debe comprender como se pretende defender un fallo sólo en lo que se favorece,
mientras se impugna el resto, cuando no hay segunda instancia a la cual se pueda
apelar.
La confusión fue mayor cuando la
canciller al día siguiente indica que nadie ha dicho que no se acatará el
fallo. ¿Al fin qué? Se rechaza o se acata, pero las dos cosas al tiempo es
imposible. A menos que todo sea un rechazo como constancia moral, política y de
propaganda para el consumo interno.
Lo que sería inaceptable es que
el Presidente Santos haya denunciado “omisiones, errores, excesos,
inconsistencias, que no podemos aceptar” en la sentencia y terminara
aceptándolas.
Lo cierto es que cualquiera que
sea la decisión debe ser resultado de una auténtica unidad de los colombianos.
La defensa de la integridad
territorial del país y el camino que se adopte no debe ser objeto de
controversias partidistas sino de la más profunda reflexión colectiva.
La ineptitud nacional
El llamado a la unidad de los
ciudadanos no puede ocultar que hay que hacer un juicio de responsabilidades.
Pero la estúpidez tiene nombre. ¿Si se sabía que Nicaragua iba a
demandar, porque el Gobierno de Andrés Pastrana no denunció a tiempo los
tratados que fundamentan la competencia de la Corte Internacional de
Justicia?
Antes, inclusive, nadie tuvo la prudencia de examinar las consecuencias de hacer parte de un tratado que sujetaba a Colombia a una hipotética situación como la actual. Pero esa actitud se mantiene. ¿Por qué no hemos denunciado el Pacto de Bogotá de 1948 que abrió este escenario?
Antes, inclusive, nadie tuvo la prudencia de examinar las consecuencias de hacer parte de un tratado que sujetaba a Colombia a una hipotética situación como la actual. Pero esa actitud se mantiene. ¿Por qué no hemos denunciado el Pacto de Bogotá de 1948 que abrió este escenario?
La estupidez de la clase
dirigente durante décadas, la falta de una política de exterior de
largo plazo y con sentido estratégico, el personalismo en el manejo de los
asuntos que comprometen los más altos intereses de la patria, la inexistencia
de partidos y de estadistas entre quienes desfilan por las instituciones
gubernamentales y parlamentarias, la escasa formación jurídica al nivel que la competencia
internacional exige, la falta de pericia de los conductores en casos tan delicados
como el actual, entre otras “cualidades nacionales”, no puede dar resultado
diferente.
Si no nos detenemos a hacer un acto de contrición frente a tanta
ineptitud de quienes han tenido la responsabilidad desde diferentes ámbitos de
enfrentar estos desafíos a nombre del país, será imposible no volver a caer en
unos años en tan desagradables y execrables sorpresas que jamás quisimos
imaginar.
Mi estimado Rafael Guarin: El fallo no se debe acatar, los Sanandresanos son una comunidad que decidió pertenecer a Colombia, estuvieron presentes en la separación de Panamá, combatieron en amazonas contra el Perú, han depositado la confianza en el estado Colombiano, la confianza no se puede traicionar. El Gobierno no puede ser inferior a sus compromisos, No son los 75.000 Kms perdidos es una cultura que quedo cercenada sin posibilidades a futuro, es un pueblo colombiano y caribeño que terminara en el interior, que pasara a engrosar los cinturones de miseria de las grandes ciudades atestadas de problemas. No es momento de inculpar, todos los gobiernos han tenido que ver, la ineptitud siempre ha existido en nuestros dirigentes. Es momento de Unirse a una decisión en beneficio del bien común. Mi bisabuelo hizo su donación para la guerra contra Perú si me toca ponerme las botas lo hago por el amor a patria. Es mejor una vez colorado que siempre descolorido. Debemos ser coherentes y si queremos un estado fuerte contra FARC y toda muestra de criminalidad no podemos permitir el despojo de nuestro territorio por un tercero llámese CIJ, mañana sera el ALBA en asocio con FARC.
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