Archivo Semana.com |
*Rafael
Guarín
La
declaración del Estado Mayor de las FARC a propósito del discurso del
Presidente Santos en El Caguán revela la importancia que para ese grupo tiene mantener
enormes extensiones de tierra bajo su control. Si bien es cierto que muchos
campesinos provenientes de diferentes sitios llegaron a algunos territorios en
búsqueda de riqueza y oportunidades, también lo es que bastas selvas y montañas
han sido objeto de una colonización armada liderada por las FARC.
La historia
misma del grupo ha sido esa. Saltar de un área a otra en la medida que la
fuerza pública desplegaba operaciones militares. Está en su origen: la marcha
con guerrilleros y familias luego de Marquetalia, el posterior salto a lo que
fue la zona de distensión y desde ahí a otros espacios.
Esa
colonización no es consecuencia del despojo en otras regiones, como la han
vendido, sino de la ejecución de una calculada estrategia que converge en lo
que denominó Simón Trinidad un “Estado en gestación”. Una táctica dentro del
Plan Estratégico de las FARC y una expresión más de cómo se combina la acción
violenta y el trabajo de masas.
Esa guerrilla
ha querido construir una “Nueva Colombia” desde territorios donde el Estado no
ha hecho presencia o ha sido escasa. Es una tarea en la que llevan décadas y
gracias a la cual han construido enclaves y guetos con imaginarios favorables a
su existencia. Ejemplo de ello, son las familias farianas que están a todo lo
largo del río Caguán o solo basta ir a Puerto Cachicamo o a Piñuña Negro y
hablar con sus habitantes para comprobar su efectividad.
No ha sido
una cuestión improvisada, por el contrario, es un componente clave del plan de
guerra diseñado ante la negligencia estatal que permite a las FARC organizar a
la población, dotarla de formas de autogobierno, ejercer control férreo,
resolver las controversias, implantar diferentes mecanismos de control social,
además de aparatos armados, milicias y del Partido Comunista Clandestino. Es un
país que los colombianos desconocen y que nada tiene que ver con los centros
urbanos y lo que ven en televisión.
Esos
territorios son estratégicos para el cultivo y procesamiento de
estupefacientes, la minería ilegal y todo tipo de tráfico. Los han conseguido
mediante diferentes formas: en algunos casos con dinero del narcotráfico, el
secuestro y la extorsión compraron fincas y tienen testaferros; en otros se han
apropiado de inmuebles baldíos. También han despojado violentamente a los campesinos.
Las cifras oficiales registran que al menos el 39% de las denuncias de despojo
corresponden a acciones de las FARC.
Han llegado
incluso a generar una estrategia de repoblamiento trasladando del Cauca al
Guaviare familias indígenas afectas al grupo, con el fin de asegurar
corredores de movilidad, restablecer redes de inteligencia, tener bases de
apoyo y aumentar su presencia. Es la guerra por el territorio a través del
control de la población.
Esto explica
la declaración del Estado Mayor de las FARC. Salen a defender algo que no
quieren perder, pero sí legalizar. Su juego es despojar por la vía del diálogo
con el gobierno a los que califican de terratenientes y empresarios del campo,
mientras exigen la legalización de las tierras apropiadas con la colonización armada.
El Estado
Mayor del grupo pone un aparente "inamovible" en la Mesa de La
Habana, en un pulso por la tierra que tienen en su poder de manera ilegal. No
la quieren devolver ni al Estado, ni a las víctimas.
La
aplicación de la ley de víctimas impide lo que pretende las FARC: que su
despojo se admita. Y la recuperación de baldíos no puede discriminar entre
aquellos que fueron apropiados por los paramilitares, las bacrim y las FARC
para beneficiar victimarios. Todos son actos delincuenciales. ¿O cuál es la
diferencia?
Finalmente,
el “Estado Mayor” hábilmente busca ganar legitimidad e involucrar nuevos
actores internacionales proponiendo una “comisión de alto nivel” y en el papel
de veedores a la CELAC y al ex presidente Jimmy Carter. Quieren contrarrestar la
acusación de despojadores, pues les quita la última bandera con la cual quieren
parecer un grupo altruista a cambio de lo que el mundo conoce: una organización
dedicada al narcotráfico y a perpetrar crímenes atroces.
Ahora bien, no
hay duda de que el fin de la violencia y el crimen en esos territorios pasa por
su institucionalización y por denegar a grupos ilegales su empleo, al igual que
el de la población. Esto implica que el Estado se tome en serio el desafío de
construir legitimidad democrática e imperio de la ley en todo el territorio.
Cualquier Acuerdo de paz que no involucre ese punto está condenado al fracaso.
La paz se
debe hacer sobre la verdad, no validando los crímenes de las FARC, menos con un
Acuerdo que hipotéticamente llegare a legalizar tierras despojadas o compradas
con recursos de origen ilícito, mientras sirve de carta de patente para
perseguir, despojar e impugnar a campesinos honestos y empresarios del campo.
*Ex viceministro de defensa
www.politicayseguridad.blogspot.com
JA LA PAZ NUNCA PODRA SALIR POR EL CAÑON DE UN ARMA, NI EL QUE LA EMPUÑA LUCHAR POR ELLA.
ResponderBorrarDESPERTAR ES LO QUE NOS FALTA Y OPONERNOS A LAS ACTITUDES DE ESTOS PILLOS QUE POR TENER LAS ARMAS ESCLAVIZAN A LOS POBRES
El Plan de las FARC lleva muchos anos en gestacion e implementacion, o es que alguien cree que los jueces de izquierda que dictan sentencias amanadas, desconociendo la ley, son simplemente excepciones?
ResponderBorrarLas FARC han infiltrado las instituciones del estado, colocando sus fichas y moviendolas a donde pueden Y EJERCEN influencias indebidas y contrarias al espiritu y a la letra de la constitucion!