El tráfico de gasolina en la frontera con Venezuela cada vez crece más y esconde una problemática social muy compleja que es ya una bomba de tiempo.
Las siguientes fotos corresponden a la ciudad de Cúcuta:
La debilidad del Estado colombiano asoma sus orejas en cada esquina de Cúcuta, para no referirnos a las demás problaciones cercanas a la frontera con el vecino país.
El tráfico de gasolina se convirtió en una práctica aceptada, pública, tolerada y desarrollada ante los ojos de las autoridades sin que no ocurra absolutamente nada.
Es la muerte de la ley, el desconocimiento de la autoridad del Estado, el reino de la anarquia.
Por supuesto la solución no es simplemente de aplicar las normas jurídicas. Hay un asunto mucho más profundo en la problemática fronteriza. Pero lo grave es que el problema crece y crece mientras desde el Estado no hay respuestas articuladas en los diferentes niveles de gobierno para enfrentarlo.
Con urgencia se debe dar la mayor prioridad a este fenómeno. Se debe diseñar una respuesta que atienda las particularidades de la frontera, fortalezca la capacidad de desarticulación de las redes de crimen transnacional que están detrás de los "pimpineros" y que involucran bandas criminales, guerrillas, guardia nacional venezolana e integrantes de la fuerza pública colombiana.
¿Cómo es posible que el tráfico de gasolina
esté llegando hasta cercanía de Bucaramanga?
¿Esperaremos a que llegue a
la entrada de Chía en Bogotá para responder con firmeza a este desafío
criminal?
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