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Por: María del Rosario Arrázola
Andrés Pastrana: Santos no tiene un mandato para la paz
El exmandatario dice que el país está muy dividido en torno al proceso con las Farc en La Habana y que al Gobierno le falta convocatoria.
Durante las últimas dos semanas, el expresidente Andrés Pastrana ha marcado su distancia del presidente Juan Manuel Santos. La posibilidad de que el Gobierno hiciera públicas las actas de las reuniones de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, a raíz del fallo de La Haya sobre el conflicto limítrofe con Nicaragua en el que Colombia perdió parte del mar de San Andrés, lo tiene “cargado de tigre”. Pero la esencia de esta entrevista del exmandatario con El Espectador es la paz y las negociaciones que se adelantan con las Farc en La Habana.
Pastrana es profundamente crítico, tanto que dice que el presidente Santos no recibió en las urnas un mandato para hacer la paz, que el país está peligrosamente dividido, que es grave que se esté negociando con un proceso electoral en marcha y reelección latente y que genera muchas suspicacias que los jefes militares de las Farc no estén en la mesa, e incluso advierte del riesgo de que alguien de la extrema derecha (¿quizás Uribe?) decida desconocer los eventuales acuerdos que se firmen con la guerrilla. Claro, también habla de lo de La Haya y de su partido, el Conservador.
¿Cuál es la diferencia entre los procesos de paz del Caguán, el de Uribe con los paramilitares y el de Santos en Cuba?
En mi caso, el país votó por la paz. En 1998, con Pastrana o con Horacio Serpa, el país dijo: “A nosotros no nos interesa que nos arreglen la economía, queremos la paz y punto”. La paz era el mandato y Colombia nos acompañó. Después, las Farc nos engañaron y fracasamos en ese intento, pero la gente estuvo allí. Luego el país votó por Uribe para la guerra. Dijeron: “Estos sinvergüenzas nos engañaron, engañaron a Pastrana y al mundo, y por eso terminaron en la lista de terroristas”. El presidente Uribe dijo guerra y el país lo acompañó, gústenos o no. Llegó Santos, pero no tenía un mandato para la paz. No se votó por él para eso, y el país está dividido.
¿Cómo así? ¿Por qué?
Es que hay un 30 o 40% al que no les gusta. Eso no me pasó a mí ni a Uribe. Es un sector radical, de extrema derecha. Y la realidad es que el país está dividido frente al proceso. Uribe y yo teníamos un mandato, él para la guerra, yo para la paz, pero ahora la gente no está entendiendo por qué no se dio ese mandato. El presidente Santos tiene que convocar a toda Colombia y a la clase política.
¿Qué implica negociar a las puertas de un proceso electoral y con posibilidad de reelección?
Es gravísimo. Es la primera vez en Colombia que hay un proceso de paz en medio de una elección. La gente se pregunta hasta dónde va a ceder el presidente Santos para hacer la paz, no tanto por ella sino por su reelección. Mejor dicho, el proceso puede ser utilizado en ambas vías. Las mismas Farc pueden estar sacándole los ojos al presidente porque saben que se quiere reelegir, o el mismo presidente estar entregando cosas porque se tiene que reelegir. Además, hay gente diciéndole al oído que tiene que seguir porque de lo contrario no hay paz.
Le van a llover críticas y le van a recordar que el proceso del Caguán no tuvo un final feliz...
Al proceso del Caguán lo pueden criticar, pero fue transparente. Nosotros teníamos el apoyo del Frente por la Paz contra la Violencia, de los partidos políticos, del Consejo Nacional de Paz, de las ONG, del Congreso, de los empresarios. Mire lo que dicen ahora: que nada está pactado hasta que no esté pactado, pero se empieza a filtrar el acuerdo agrario, no hay socialización y el país se divide. Esto va a ser difícil.
¿No ve posible llegar al fin del conflicto?
Es que hay un elemento nuevo que juega a favor o en contra, y es la campaña electoral, que ya empezó. Y habrá personas de lado y lado que jueguen con los tiempos. De hecho, las Farc saben hacer eso bien.
¿Es un acierto o un error negociar sin cese al fuego?
Si hoy se firma el acuerdo y ponen una bomba, se acabó. Y aquí hay también fuerzas oscuras de lado y lado. Le digo algo más: no veo a los llamados jefes militares de las Farc en el proceso. ¿Dónde están Romaña, Fabián Ramírez, Joaquín Gómez o Pablo Catatumbo? Me genera suspicacias que al interior de las Farc pueda haber división, que terminemos haciendo la paz con un sector y otros, contaminados con el tema del narcotráfico, se queden con el negocio. Me gustaría verlos en la mesa; creo que eso cambiaría la dinámica por completo. Yo nunca entendí por qué en el Caguán no sentaron al Mono Jojoy, que era en ese entonces el jefe militar de las Farc y curiosamente era uno de los que más impulsaban el proceso. Si Jojoy hubiera estado, habríamos avanzado más. Allá teníamos la parte ideológica, pero no la parte militar, que al final terminó ganando.
¿Y cree que eso puede pasar ahora?
Es un agravante. Eso alteró el Caguán, generó una gran división cuando los que estaban peleando en el monte comenzaron a ver que los otros estaban tranquilos. Entonces dijeron: “Un momento, ¿ustedes tomando whisky y nosotros dando la guerra?”. Por eso me pregunto: ¿Timochenko tiene el mando? Porque con Tirofijo había liderazgo y unidad. ¿Será que Timochenko tiene esa capacidad?
Uno de los cuestionamientos con el proceso de La Habana tiene que ver con los riesgos de que haya impunidad...
Ese tema es fundamental. Yo soy el más interesado en que haya paz, pero la Corte Penal Internacional (CPI) es una espada de Damocles. Yo firmé ese tratado y les dije a las Farc que la Corte iba a entrar, que si no hacían la paz iban a terminar allá. El tema de la CPI hay que tenerlo muy claro: si el mundo siente que no se juzgan en Colombia delitos de lesa humanidad, entrará a actuar. Y hoy por hoy las Farc están en la lista de terroristas, lo que quiere decir que el Gobierno está negociando con un grupo terrorista. Es que el Caguán significó para las Farc su derrota internacional. En el 98 no había posibilidad de derrotarlas militarmente. Tirofijo me decía que caían bombas y que mataban una vaca o una gallina. Entonces yo le dije que iba a hacer un Ejército para la guerra o para la paz, que ellos decidían.
¿Qué marcó exactamente ese punto de quiebre?
En ese entonces no teníamos un Ejército para ganar, no había con qué hacer la guerra. Había una desmoralización de la tropa y fue Mitú lo que cambió todo. Las Farc habían pasado de la guerra de guerrillas a ocupar territorios y atacar la capital de un departamento. Pero en su último correo, Tirofijo reconoce que el gobierno Pastrana los derrotó internacionalmente y que tenían que recuperar la imagen. Hoy las Farc son terroristas y aquí hay que mirar también si el país está dispuesto a perdonar.
¿Perdonar hasta el punto de concederles amnistía?
Una amnistía no es conveniente. Que las Farc hagan política, bienvenido, pero antes de hacerla deben entregar las armas y acabar su relación con el narcotráfico. Lo que no puede pasar es que se haga política con un ejército armado y financiado por el narcotráfico.
¿Es por eso que algunos hablan de la necesidad de que Estados Unidos esté en la mesa?
Hay que invitarlos. Las Farc son hoy uno de los carteles más grandes de narcotráfico y por eso los gringos deben estar. Siempre habrá mecanismos, y lo importante es acabar con ese tema crítico.
¿Pero qué riesgos entraña el proceso tal y como se está llevando?
La gente se está preguntando qué se negocia allá y qué está dispuesto a ceder el Gobierno. De otro lado, la clase política lo va a usar y ahora me pregunto: ¿qué pasa si un personaje de extrema dice en agosto que no respetará los acuerdos con las Farc y se lanza a elecciones? Los riesgos son altos.
¿Se refiere usted al expresidente Álvaro Uribe?
Uribe se puede meter, pero no sólo es él. Hay mucha división en el país. Se habla más allá de lo que sabemos.
¿Qué hacer con las llamadas bacrim? ¿Hay que negociar con ellas?
Eso ya se hizo en Santa Fe de Ralito, que fue la última zona de despeje en el país. Aunque yo digo que allá no se negoció sino que se pactó, y la verdad nunca la conocimos. Primero fueron Convivir, luego paramilitares y ahora bacrim. A los jefes de las autodefensas los extraditaron en 2008 por narcos, no por ‘paras’. En Ralito se negoció con el cartel de Medellín.
¿Qué lo está molestando tanto en el tema de La Haya?
Es un tema de seguridad nacional. Hay 50 años de historia política, no sólo de Samper, Uribe o Pastrana, también de muchos. La molestia es que las actas son secretas, punto. En ellas se habla de temas como, por ejemplo, que Ecuador demandó al expresidente Uribe, que Nicaragua tal cosa, que manejemos esto con Venezuela de tal forma. Pero el presidente Santos le entregó el manejo de la política internacional al procurador. Es la muerte de la Comisión Asesora.
¿Cómo ve hoy a su partido, el Conservador?
Tienen que haber renovación y debe tener vocación de poder. Y le cuento que buena parte del partido va a terminar metido en el tema de la Dirección Nacional de Estupefacientes.
¿No cree que usted, como expresidente, debería dirigirlo?
Entrar al Directorio Conservador vale $1.000 millones. Yo prefiero opinar desde afuera.
¿Le gusta la cercanía de los expresidentes César Gaviria y Ernesto Samper con el gobierno de Santos?
Samper no me gusta y el país sabe que tengo diferencias muy grandes con él. Pero es claramente una decisión del presidente Santos. Y creo que todo pasa por la unión del Partido Liberal.
Y en una eventual unión del liberalismo en torno a Santos, ¿dónde queda la U?
El primer interesado en acabar con la U es Santos.
En este momento, ¿Santos se reelige?
Creo que luego de ver las más recientes encuestas, debe estar pensándolo.
¿Cuál es hoy su relación con el presidente Santos?
Le aseguro que el presidente Santos habla más con Uribe que conmigo.
Con la reelección abierta, ¿será que los expresidentes, como usted, piensan en algún momento en ella?
No.
El Andrés Pastrana de hace dos años
Es mucho lo que ha cambiado en los dos últimos años la postura del expresidente Andrés Pastrana con respecto al gobierno de Juan Manuel Santos. En una entrevista para El Espectador publicada en febrero de 2001, el exmandatario defendió a Santos y se fue lanza en ristre contra el también expresidente Álvaro Uribe, al que responsabilizó de haberle dejado la herencia de las bandas criminales.
Dijo en ese entonces que “poca gente sabe lo que Santos en materia de seguridad y estoy seguro de que es el mejor juez en cuestiones de manejo del orden público”, que veía complacido “muchas caras conservadoras, frescas e incontaminadas en su gobierno” y que veía con buenos ojos las “condiciones” que el jefe de Estado había puesto ante la posibilidad de sentarse a dialogar con las Farc.
Hoy la distancia es muy grande y todo indica que el tema de las actas de La Haya fue el detonante. Pastrana renunció a la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores y ahora dice que Santos habla más con Uribe que con él.
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