"un Presidente tan ilegitimo como el mismo Congreso, un Presidente que está salpicado de sangre popular de los país a cabeza, por crímenes de lesa humanidad como los falsos positivos, donde el único apoyo que tiene es el imperio norteamericano".
No parece precisamente el discurso de una organización que esté empeñada en llegar a un "Acuerdo de Paz" con el gobierno, sino el de un aparato que está en la guerra y quiere seguir en la guerra.
Contrasta el desconocimiento de la legitimidad del Gobierno que hace las FARC y el reconocimiento de legitimidad que Santos le da a las razones que aduce el grupo para desplegar la violencia desde más de 5 décadas.
Lo cierto es que no se puede admitir la tesis que desconoce la legitimidad de la democracia colombiana, en este caso con descalificaciones a la figura presidencial por parte de un grupo narcotraficante y asesino.
Santos podrá ser todo lo que se quiera, como dicen sus detractores: desleal, manipulador, mentiroso, falso, impredecible, cómodo, superficial, vacio, cinico, oligarca y pendenciero, pero nunca ilegitimo, por una sencilla razón: lo eligieron los colombianos.
Es inaceptable admitir que un grupo asesino pretenda deslegitimar las instituciones democráticas colombianas.
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