Gobierno y FARC anunciaron el aplazamiento del inicio de las sesiones de negociación en Cuba. El comunicado aduce que no se ha llegado a un acuerdo sobre los mecanismos de participación ciudadana en el proceso de paz.
1. Delegados del Gobierno Nacional y las Farc-ep acordamos continuar la reunión para ultimar detalles de los mecanismos para la participación ciudadana entre el 15 de noviembre y hasta el 18 del mismo mes.
2. El lunes 19 en La Habana, Cuba, los delegados negociadores empezaron la discusión sobre la agenda acordada.
¿Por qué tanta insistencia en ese tema?
Las FARC subrayan en comunicados, ruedas de prensa y entrevistas que es indispensable garantizar la participación ciudadana en el proceso de paz. Igual hacen sus principales aliados en la "legalidad". No es un capricho, es un asunto estratégico para el Secretariado, quiera o no que este proceso finalice con su desmovilización.
El mismo día del anuncio de los diálogos, alias Timochenko afirmó en video: "Llamamos por eso a Colombia entera a pronunciarse, a exigir su participación o a asumirla en las calles y carreteras como ha aprendido a hacerlo por siglos. Ella también tiene su agenda".
Y al periódico Voz Márquez ratificó: "Es la participación popular la que establece el rumbo definitivo de la agenda".
¿Por qué lo afirmo tan categóricamente?
Veamos los escenarios.
Supongamos que las FARC realmente han decidido abandonar la violencia y crear un partido político (cosa en la que no creo):
En ese caso es tan importante el contenido del acuerdo como el proceso mismo que se adelante para conseguirlo.
Para el grupo es decisivo poder emplear la negociación como un mecanismo de legitimación popular, difusión de propaganda, creación de aparatos y de contacto público con aquellos que son parte de la organización o conducidos por sus adeptos.
En fin, en esa hipótesis, para la guerrilla el proceso debe ser una plataforma de organización, agitación y movilización política. El proceso tiene un doble fin: llegar a un acuerdo y construir la organización partidista.
No basta con suscribir un acuerdo de paz con el gobierno si no se logra, a través de la retórica de la paz y de los eventos que componen el proceso, explicar satisfactoriamente a los colombianos y al mundo las razones por las cuales han ejercido el terror. Su tarea es política: neutralizar críticas y lograr simpatizantes.
En el segundo escenario, esto es, que las FARC estén interesadas en dialogar más no en negociar, la creación de mecanismos de participación ciudadana en el proceso también es cuestión fundamental.
En ese escenario, al igual que en los años ochenta y noventa buscan que los diálogos con el gobierno sean instrumento de propaganda, aumento de reclutamiento, penetración en diferentes sectores de la sociedad colombiana e incorporación de sectores urbanos. También, una oportunidad para restablecer el entramado continental que se derrumbó luego de la Operación Fenix contra Raúl Reyes.
La Unión Patriótica en los 80 fue vital para eso y durante la administración Pastrana las romerías a El Caguán y las audiencias públicas cumplían ese objetivo.
Siendo la UP el brazo político de esa organización armada sirvió para el reclutamiento y renovación de sus integrantes. El propio Simón Trinidad llegó por este medio a las filas terroristas. Al final, la matanza inadmisible de sus integrantes le sirvió para el crecimiento de su estructura clandestina y para elaborar un discurso legitimador. Todo estaba calculado por Jacobo Arenas y Manuel Marulanda. Quienes duden les sugiero leer a Steven Dudley en "Armas y Urnas".
La paz como táctica dentro de la estrategia de guerra hace que el proceso no sea más que una modalidad de acción, no un paso hacia la desaparición de la violencia. Todo lo contrario: es un recurso que permite legitimarla, justificarla, escalarla y expandirla. La vieja fórmula de combinar la ación política y violenta.
Vaya a www.politicayseguridad.blogspot.com
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