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Andrés Oppenheimer
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Mientras los venezolanos esperaban ansiosos noticias sobre el presidente Hugo Chávez y el resultado de reuniones entre altos funcionarios venezolanos y cubanos en La Habana, recibí un tweet que decía: “Este es el primer caso en la historia en que un país subsidia a otro, y es dominado por este último”.
En efecto, los historiadores del futuro probablemente se rascarán la cabeza tratando de dilucidar los motivos que han llevado a Chávez a regalarle a Cuba $4 mil millones anuales en petróleo y otros subsidios y —más importante aún— a poner su salud, y el futuro político de su país, en manos de una pequeña isla del Caribe.
El propio Chávez reveló en junio del 2011 que fue el dirigente cubano Fidel Castro el primero en advertir que su salud flaqueaba, y que lo urgió a someterse a exámenes médicos.
Después de que los médicos cubanos le diagnosticaron cáncer, Chávez rechazó las ofertas de tratamiento de Brasil, donde la mayoría de los expertos coinciden en que hubiera recibido mucha mejor atención médica, y decidió continuar su tratamiento en Cuba.
Después de decirles a los venezolanos en octubre del 2011 que había derrotado definitivamente al cáncer, Chávez pasó más de 106 días en Cuba en el 2012, realizando tratamientos que —según decía— eran para curar efectos colaterales de sus operaciones.
Ahora, mientras Chávez permanece hospitalizado en Cuba y no se lo ha visto ni escuchado en más de cuatro semanas, la prensa venezolana informó de que funcionarios cubanos y venezolanos elaboraron en la capital cubana un “Pacto de La Habana” para evitar luchas internas dentro del chavismo y apoyar al vicepresidente Nicolás Maduro.
El acuerdo fue negociado por el presidente cubano, el general Raúl Casto, y su vicepresidente Ramiro Valdés, quienes participaron personalmente en al menos en tres reuniones con Maduro y otros funcionaros venezolanos, según los diarios venezolanos.
Conforme al plan, Maduro encabezó la ceremonia de inauguración del nuevo período de Chávez en Caracas el 10 de enero, tras una dudosa interpretación de la Constitución que el periodista Danilo Arbilla ha calificado de “constitucionalismo mágico”.
¿Qué llevó a Venezuela, con un PIB de $316 mil millones, a volverse tan dependiente de Cuba, un país con un PIB de $60 mil millones? Se me ocurren tres razones principales:
Primero, por razones psicológicas y emocionales. Según me contó hace unos años el ex mentor y ministro del interior de Chávez, Luis Miquilena, Chávez quedó fascinado con Castro desde el momento en que lo conoció —inesperadamente— en 1994.
En ese momento, Chávez era un ex militar de 40 años recién liberado de la cárcel tras su fracasado intento de golpe de 1992, y estaba viviendo en la casa de Miquilena. Su anfitrión lo había invitado a viajar a Cuba para reunirse con Fidel Castro, pero —al enterarse de que Castro no podría verlos en las fechas planeadas — decidió enviar a Chávez solo para que conociera la isla.
Pero para enorme sorpresa de Chávez, cuando aterrizó en La Habana lo esperaba al pie del avión el mismísimo Castro. Desde entonces, Castro se convirtió la figura paterna, gurú político y consejero todo terreno de Chávez.
En segundo término, por razones de seguridad. Antes de que Chávez se convirtiera en presidente en 1999, Castro lo convenció de que querían asesinarlo, y Chávez —cada vez más paranoico— se rodeó de guardias de seguridad cubanos, según me relataron varios de sus ex ministros.
Poco después, Chávez trajo a ingenieros cubanos para mantener a flote las exportaciones petroleras tras la huelga de Pdvesa en el 2002, y puso a administradores cubanos al frente de la agencia nacional de identificación venezolana, los puertos y varias otras oficinas de gobierno e inteligencia.
En tercer lugar, por razones políticas. Chávez ha seguido el modelo de Castro de crear un estado de “guerra permanente”—inventando enfrentamientos con la iglesia, los empresarios, “imperios” extranjeros, o quien sea— para poder justificar su acaparamiento de poderes absolutos.
Mi opinión: Es probable que la dependencia venezolana de Cuba aumente aún más en los próximos meses.
Cuba no sólo será el árbitro del “Pacto de La Habana” para apoyar a Maduro, sino que también tratará de conseguir apoyo diplomático latinoamericano para el gobierno venezolano cuando el dictador cubano Raúl Castro asuma la presidencia del la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Chile a fines de este mes.
Pero si Chávez no regresa al poder, la dependencia venezolana de Cuba no durará para siempre.
Tarde o temprano, los líderes venezolanos empezarán a preguntarse si —en medio de crecientes problemas económicos — pueden permitirse seguir subsidiando la economía de Cuba. Con la disminución del precio mundial del petróleo, lo más probable es que decidan que ya no podrán hacerlo.
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